Cuando empieza El hijo adivinamos que algo malo ha pasado, aunque todavía no sabemos qué. Lorenzo, un artista plástico que ronda los cincuenta años, se ha metido en problemas, pero deberán pasar varios minutos para que se sepa todo lo que ha ocurrido.
Luego de una mala experiencia como padre y esposo Lorenzo ha rearmado su vida, la llegada de un hijo parece la mejor de las noticias, pero a medida que avanza la historias sabemos que su mujer, bióloga, tiene un plan diferente a lo que él imagina.
En los títulos del comienzo la película ya remite al cine pesadillesco de David Cronemberg, en particular Dead Ringers (1988). No se sabe si estamos frente a un drama familiar, una película policial o una película de terror. En esa ambigüedad El hijo encuentra todo su interés, su suspenso y su logrado clima.
La película está claramente por encima del promedio de los estrenos locales, tiene ideas no solo visuales sino también narrativas, manteniendo siempre una calidad que permite entrar en la historia, sufrirla y disfrutarla a la vez.
Tal vez el desenlace esté por debajo de todo lo previo, tal vez porque en algún momento hay que llegar a un cierre, no importa que tan ambiguo sea. La película consigue su objetivo con altura cinematográfica indiscutible, algo no siempre común en la enorme pero muy despareja producción nacional que crece año tras año.