A veces somos prejuiciosos. Cuando escucho o leo “cine iraní” inmediatamente me intereso, porque de esa cinematografía surgieron dos de los grandes genios de las últimas décadas, Abbas Kiarostami y Jafar Panahi. Otros maestros crecieron a la sombra de ellos, pero lo cierto es que pasó mucho tiempo desde aquel esplendor y hoy el cine iraní tiene propuestas más estándar, más parecidas al cine que se hace en todo el mundo. En ese estilo aparece La decisión, dirigida y escrita por Vahid Jalilvand.
El Dr. Nariman, patólogo forense, tiene un accidente automovilístico. Obligado a una maniobra brusca, golpea a un motociclista que viaja con su familia y lesiona a su hijo de ocho años. Aunque ofrece a llevar al niño a una clínica cercana, pero el padre rechaza su ayuda. Días después, en el hospital donde trabaja, el Dr. Nariman descubre que el niño fue llevado para una autopsia después de una muerte sospechosa. Cuando una colega del doctor hace la autopsia, encuentra que murió por una intoxicación al comer comida en mal estado. Sin embargo el Dr Nariman sabe que ella no tuvo la información suficiente, que tal vez el golpe en el accidente y no el choque fue lo que llevó a la muerte al niño. Tampoco tiene el médico esa certeza, pero se enfrenta al dilema moral de hablar, mientras el padre del niño fallecido busca a los responsables de la intoxicación.
El tema es interesante y está bien tratado, aunque no se trate de una película particularmente brillante ni destacada, sino más bien de un film para debate. Hay muchos temas que aparecen de forma paralela más allá del dilema del protagonista, pero ninguno consigue instalarse en un plano de profundidad o complejidad. Tal vez por prejuicio uno espera del cine iraní obras maestras y las películas correctas nos dejan la sensación de poco.