Peliculas

2046, LOS SECRETOS DEL AMOR

De: Wong Kar Wai

EL PASO LENTO DEL AMOR

“El amor es una cuestión de timing, de medida del tiempo”, me dijo alguien una vez sin saber que citaba indirectamente a Kundera. Se refería a que solemos recordar más aquellos momentos que hemos vivido de manera placentera. La memoria que opera sobre los buenos recuerdos transcurre en forma pausada. Algo del anhelo, del deseo de recuperar ciertas sensaciones que han impregnado nuestro cuerpo, se presenta en forma inequívocamente lenta, a diferencia de otros momentos, de aquellos que dan cuenta del dolor, de los cuales intentamos huir sin tiempo siquiera para mirar atrás.
De esta relación directamente proporcional que se establece entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido está impregnada toda la última película del director chino Wong Kar Wai, 2046- Los secretos del Amor (2046).

El tiempo en ruinas

Para quienes vieron Con ánimo de amar (In the mood for love, 2000), película que precede a 2046, esta cifra tiene una connotación inequívoca. Una connotación que remite en forma inmediata al número de una habitación de un hotel. Ese cuarto era el espacio de lo posible, de lo permitido, el lugar en donde los recordados personajes del señor Chow (Tony Leung) y la señora Chan (Maggie Cheung) pasaban sus días escribiendo relatos, a la par que ocultaban de los indiscretos y fatuos juicios de terceros, los esbozos de escritura de su propia historia.

Transcurrían los años ´60 en Hong Kong y no era tarea fácil el despliegue público de una relación amorosa entre un hombre y una mujer casados, pero no entre sí. Los amoríos fuera del marco de la legalidad sufrían la inevitable condena al ostracismo. Es en ese contexto de imposibilidad de desarrollo que los personajes padecen el obligado repliegue de sus sentimientos.

Las ruinas del templo de la antigua ciudad de Ankgor en Camboya, fue el lugar elegido por el señor Chow para –siguiendo con una antigua leyenda– esconder el secreto de ese amor que había nacido condenado a ruina desde el inicio.

El comienzo de 2046 – Los secretos del Amor nos recuerda la existencia de este secreto, pero ya no desde el interior de una roca, sino desde la cavidad de un agujero cuya forma extraña sugiere la de una vulva.

El secreto atraviesa el tiempo, atraviesa la historia y el propio relato para emerger en otro. Ese tiempo que en la anterior película se manifestaba paralizado en la piedra se desplaza hasta el año 2046 para convertirse en un tiempo mítico, en el año al que los personajes de una novela que escribe el señor Chow, desean volver en busca de sus recuerdos perdidos, en busca de ese lugar donde concretar el deseo. Y vuelve a ser –asimismo– el número de la habitación de un hotel. El hotel a donde el protagonista de la película regresa luego de su estadía en Shangai, como consecuencia de su trabajo en un periódico. Será entonces, el viejo Hotel Oriental, en el Hong Kong de fines de los años ´60, el lugar en donde cruce su vida con la de otras mujeres a quienes deseará sin amarlas, con quienes mantendrá relaciones apasionadas, pero siempre furtivas, poniendo a prueba una y otra vez la fuerza de su estoicismo.

Sin ánimo de amar

Así como en Con ánimo de amar el amor de una mujer pasó por Chow sin haber pasado por su cuerpo, en 2046 los cuerpos de las mujeres pasarán por él sin haber pasado por su amor. El personaje parece convencido de que al atravesar el trayecto que se extiende entre el deseo de concreción de una historia de amor y la necesidad de su olvido, uno está obligado necesariamente a pasar por una especie de territorio de nadie, en el que priman la indiferencia y el desprecio. Y ésta es la razón por la que asistimos sin consuelo al rechazo que Chow le prodiga a las mujeres que luchan por apropiarse de su espíritu además de su cuerpo. La sensual Bai Ling (Zhang Ziyi) será sobre quien pesará la condena de la falta de ánimo para amar que aqueja a Chow en estos tiempos.

En ese recorrido es en donde se pone en evidencia la relación directa que se establece entre la lentitud de la memoria y el recuerdo del amor por esa mujer (la señora Chan), de la que tuvo que desprenderse aun sin haberla poseído nunca del todo. La velocidad del olvido pondrá en evidencia la diferencia entre la lentitud de aquel sentimiento que perdura en su memoria y la velocidad con que abandona a las mujeres que no logran prendar su corazón.

El último de los cineastas ardientes

Fue Homero quien hizo partir de Itaca a Ulises en la Odisea para obligarlo a viajar, para ponerlo en movimiento y condenarlo irremediablemente a que siempre deseara volver. No conforme con ello lo expuso a la experiencia del regreso, aún a sabiendas de que nada de lo que hallaría a su vuelta sería como había sido; de que esa isla, su lugar de origen, ya no tendría nada más que ofrecerle.

2046 es la Itaca del señor Chow, es ese lugar mítico del que se ha ido y al que intenta regresar en vano. Shangai es la Itaca de Wong Kar Wai. Nacido allí en el año 1958 fue trasladado por sus padres a vivir a Hong Kong a la corta edad de cinco años. Se formó en la carrera de Diseño Gráfico, sus primeros trabajos dentro del ambiente cinematográfico se vinculan con la escritura de guiones. Fue recién el nombre de As tears go by (1988) que lo lanzó de golpe al oficio de director y el que lo hizo ingresar en el limbo de la fama, primero dentro de la producción cinematográfica de Hong Kong y luego a nivel internacional cuando fue invitado a la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes de 1988. De ahí en más sus películas se sucedieron con la continuidad que su obsesión por el perfeccionismo y el culto por el detalle le han permitido. Toda su filmografía se puede agrupar en dos etapas, aunque no es determinante para ello el orden cronológico, sino más bien una organización que responde a la evolución del ejercicio de su arte. Evolución que inevitablemente supo trasladar a la complejidad de sus historias y a la de sus personajes. La primera de las etapas incluye los títulos de As tears go by, Chunking Express (1994), La Caída de los ángeles (1995) y Felices Juntos (1997). Este grupo se caracteriza por estar compuesto por films más urgentes, más experimentales en su búsqueda formal, más ligeros y con tratamientos estéticos menos complejos. Coinciden también en que ubican sus historias en un tiempo de total contemporaneidad a la época de su producción, lo que habilita a los relatos a esas formas más desprolijas y menos convencionales.

La segunda etapa está formada por cuatro películas, de las cuales se excluye por su pertenencia al género de artes marciales la de Ashes of time (1994), las tres restantes podrían ser leídas como en continuidad una de la otra, Nuestros años salvajes (1990), Con ánimo de amar (2000) y 2046 – Los secretos del amor. Dicha continuidad responde al anclaje en una época –el Hong Kong de la década del ´60– y a la presencia de uno o más personajes que atraviesan los relatos.

Es en la confrontación de ambos grupos en donde se puede observar a las claras la propia evolución del director. Incluso, la evolución de sus personajes que han madurado en edad y en actitudes también. Esto da cuenta de un crecimiento interno , de un recorrido que se extiende desde las historias de amores vertiginosos y adolescentes, a las historias de amores más pausados, más reposados –aunque no por ello menos intensos– y cuyas formas de poner en juego el erotismo se complejizan.

“Algo de mi experiencia encontró su lugar ahí” dice la voz en off en una secuencia de 2046, haciendo alusión a la escritura de la novela de ficción 2046, y uno no puede dejar de sentir ecos autoreferenciales sonando en el personaje del escritor Chow.

Se puede aventurar, sin ánimo de equivocarse, que toda la filmografía de Wong Kar Wai es inseparable de su propia historia, de su búsqueda personal insertada en una especie de nostalgia casi tanguera que impregna los relatos. Es por ello que todos esos seres siempre están inscriptos en espacios elegíacos, plagados de melancolía, de nostalgia y de un romanticismo casi exacerbado.

Desde sus comienzos con As tears go by hasta 2046 se observa una clara progresión en las elecciones estéticas que, nunca obran por cuenta propia, nunca son gratuitas. Se hallan, por el contrario, íntimamente ligadas a cuestiones no formales y que guardan relación con el orden de lo temático. Esto significa que las situaciones que atraviesan los seres wongkianos están incondicionalmente determinadas por la forma en que el director nos las muestra. Este timing para narrar es deudor de una habilidad puramente artística, es la posibilidad de expresar con recursos técnicos no sólo los hechos que viven los personajes, sino también poder dar cuenta de un estado interno que los contiene. Un ejemplo de ello es la utilización del recurso del ralenti. El movimiento ralentado que se produce en la imagen de los cuerpos cuando Chow se cruza con alguna de sus amantes está transmitiendo la intensidad de un roce casual; no obedece a una razón puramente estética, sino que se relaciona con los sentimientos de los personajes. Entender este tipo de recursos de los que Wong Kar Wai se vale en sus películas es poder entender que el arte posee sus propios mecanismos de expresión, su propio lenguaje.

Otra característica que está presente en todos sus films es la estrategia de no tener que desnudar un cuerpo para mostrarlo gozoso. El erotismo de su cine no pasa por cultivar el arte de la postración. sino el del ocultamiento. Todo aquello que deja ver de manera fragmentada, parcializada o semi cubierta, antecede siempre a un estado de excitación. Es ese pudor visual lo que lo eleva por encima de lo vulgar. La cámara está, o bien corrida de lugar, o bien articulando la imagen con el fuera de campo, o sea, aquello que no alcanzamos a ver, pero de lo que se da cuenta. Los acontecimientos no siempre operan en sus escenas por presencia, sino por ausencia. Nunca muestra la totalidad de una escena, sino que siempre deja a resguardo un resto y en ese espacio semiabierto es por donde se cuelan el erotismo y el arte de la sutileza.

Sin embargo, Wong Kar Wai no ha salido siempre airoso de este recorrido autoral, más bien ha sido objeto de algunas críticas que han visto, por dar un ejemplo, en 2046 una película con visos de desprolijidad y víctima de la premura de su realizador por presentarla en el Festival de Cannes del año 2004 (es conocida la anécdota que cuenta que la película llegó con apenas tres horas de anticipación a la proyección). Se impregna, a mi entender, en esa objeción algo inevitable a la hora de abordar la última obra de un director, el proceso de compararla con su película anterior. Nada más acertado entonces, que este mecanismo para poder explicar mi convencimiento de los aciertos de 2046 .
Si partimos de la premisa ampliamente compartida de que Con Ánimo de amar es una obra perfecta y con la impronta de ser ese lugar mítico, el espacio y el tiempo de la felicidad, entonces 2046 sería el viaje por la recuperación de lo perdido. De esta forma, así como el señor Chow deambula por entre otras mujeres y atraviesa otras historias en la inútil idea de poder encontrar en ellas el espíritu de su amor pasado, sin resignar de antemano la imposibilidad de su hallazgo, ocurre algo analógico con el hacer del director. Busca reeditar en 2046 gran parte de esa experiencia anterior y le imprime a su película la intensidad de la lentitud, el tono elegíaco de la repetición, para ayudar a la memoria en la difícil, utópica, aunque placentera tarea de perseguir la recuperación de lo perdido. Vale entonces la película por la propia búsqueda en sí, pues es en ese movimiento pausado, en ese timing ralentado, en ese paso lento del amor en donde se nos permite reeditar a través del recuerdo algo de lo que hemos sabido gozar en tiempos pretéritos. Aunque nosotros también sepamos que ese algo siempre permanecerá perdido.