El duro (Road House, Estados Unidos, 1989) es un clásico de la década del ochenta protagonizado por Patrick Swayze en la cumbre de su carrera cómo estrella. Lo acompañan Kelly Lynch, Sam Elliott y Ben Gazzara. Se trata de una de esas películas que pasan de la recepción tibia al culto, siendo inicialmente una decepción para sus participantes, pero luego convirtiéndose en uno de los títulos que el público más recuerda y por lo tanto que trae más satisfacciones.
James Dalton (Patrick Swayze) es un guardia de seguridad que trabaja en un local de Nueva York hasta que es contratado por Frank Tilghman (Kevin Tighe) para poner orden y a en su bar de carretera, el Double Deuce, en Jasper, Missouri. Dalton es un personaje con un pasado misterioso con una filosofía de vida muy particular. En cuanto llegue al lugar empezará a tener problemas al ordenar al personal, despedir a los que trabajan mal y convertir al Double Deuce en un lugar menos violento y más digno. Pero pronto descubrirá que el pueblo tiene a un magnate que controla la economía del lugar y que no está dispuesto a que haya cambios en su comunidad. Este siniestro villano, Brad Wesley (Ben Gazzara), será el mayor problema a vencer.
El duro es, sin ninguna sutileza, un western. Los personajes tienen nombres de personajes de la vida real del imaginario del oeste y toda la estructura de la película, escena por escena, podría haber transcurrido en el siglo XIX. Dalton es como el sheriff que llega a poner orden en un pueblo sin ley, el villano es el clásico poderoso de las películas de cowboys. Los lugares están aterrados por el poder violento de Wesley y una serie de enfrentamientos crecientes, cómo duelos, permitirán que se resuelva el conflicto. Dalton conoce a una doctora, Elizabeth Clay (Kelly Lynch) con quien tiene un romance y también debe llamar a un viejo amigo y mentor, Wade Garrett (Sam Elliott), para que lo ayude con el orden en Jasper. El protagonista tiene un pasado que desea olvidar, así como también oculta su pasado universitario e intelectual, cómo lo hacía Doc Holliday, en el clásico My Darling Clementine (1946) de John Ford. Dalton es una mezcla entre Doc Holliday y Wyatt Earp, los míticos héroes del duelo en el OK Corral.
El duro se suponía debía ser un nuevo vehículo para el actor del momento, Patrick Swayze. Luego de varios largometrajes que llamaron la atención, como por ejemplo Los marginados (1983) de Francis Ford Coppola, Swayze logró con Dirty Dancing (1987) un éxito rotundo que le permitía elegir proyectos y apostar a seguir creciendo. Luego de un par de títulos fallidos, El duro sería su nuevo taquillazo. Pero no ocurrió tal cosa. Aunque no perdió dinero y con su éxito fuera de Estados Unidos también ganó, la película pasó sin pena ni gloria, rechazada por la crítica y mayormente ignorada por el público. Pero año tras año, y con su salida en video, las personas comenzaron a valorarla de otra manera y a comprender mejor el tono de la película. Cómo ocurre con muchos clásicos, el público recuerda sólo la primera parte y el afiche con Patrick Swayze jugando a tipo rudo como a galán de cine. Su público principal era femenino, pero este nuevo largometraje parecía tener, en líneas generales, un target masculino. Se hizo lo posible para torcer el marketing, pero no resultó.
La película fue objeto de burla en un comienzo y colocada entre lo peor de aquel año. Su director, Rowdy Herrington, siempre insistió que el tono era intencionalmente cómico, caricaturesco y exagerado, algo que hoy es más que evidente, pero que no logró pegar en la gente en aquel momento. Hoy, y como ocurrió desde su salida en video, la película tiene muchos fans así como también personas que la ven de otra manera a cómo lo hicieron en su estreno en cines. Su humor es muy claro, pero la dosis de violencia y sexo que la película tiene tal vez hicieron que se le exigiera una madurez que en ningún momento busca. Tiene todos los elementos de una fantasía masculina antigua que en los ochentas todavía podían presentarse sin ser objeto de repudio masivo. El protagonista, por otro lado, es presentado como un objeto sexual para el público, con los clásicos planos de torso desnudo que estaban a la moda en aquellos años. La película juega con el western, el cine de acción, pero también los artes marciales, lo que otorga algunos de los momentos más divertidos y menos solemnes de la historia.
Ben Gazzara y Sam Elliott ya tenían en aquel momento una filmografía importante pero ambos, que volvieron a compartir largometraje en El gran Lebowski (1994), admitieron que esta es la película por la cuál más gente los recordaba o le mencionaban a la hora de acercarse. El impacto de El duro es evidente, la recuerden de memoria o sólo por su conflicto inicial. Los enfrentamientos violentos están todos logrados, desde los más sobrios a los más desatados, pero nunca con timidez o pudor alguno. El duro no es una película tímida, queda claro.
Hay un concepto muy raro que algunas personas manejan que es el de los placeres culpables, algo que en cine no tiene sentido alguno. En la misma línea se habla de películas “tan malas que son buenas”, lo que tampoco tiene lógica. Si una película gusta es porque es buena, aunque logre serlo sin respetar algunas reglas o yendo por lugares donde habitualmente van los largometrajes malos. El duro es muy divertida, tiene escenas inolvidables y, como todo clásico, todos parecen dar lo máximo en sus papeles. Para Patrick Swayze la angustia por la taquilla baja se le iría con su siguiente protagónico en Ghost (1990) y luego con esa maravilla llamada Punto límite (Point Break, 1991) de Kathryn Bigelow. El productor de El duro, Joel Silver, sabía lo que hacía. Responsable de películas como Arma Mortal, Depredador, Duro de matar y Matrix, Silver sabía cómo impactar al público.Hoy la película se ve mucho más claramente como una exageración tras otra, una combinación de sensibilidad ochentosa, mucha energía y cero culpa. Ya no hay películas así, y eso la hace aún más interesante.