La comedia romántica, cómo el cine de terror, es un género adocenado. Con un número ridículo de películas que buscan cubrir las necesidades de un mercado poco exigente. Es más, el cine de terror da al menos un puñado de excelentes películas al año, sin excepción, mientras que la comedia romántica va de lo intolerable a lo apenas mediocre. Un deseo irlandés (Irish Wish, 2024) es la confirmación de esto y otra pérdida de tiempo que ya hubiera deseado no experimentar. Se trata de una comedia romántica del subgénero fantástico, cómo su título lo anuncia y su protagonista, Lindsay Lohan, es una actriz experimentada en combinación fantasía y comedia. La ambientación en Irlanda permite un buen trato con la oficina de turismo de dicho país y juega con ese otro subgénero de la comedia romántica: lugares a los que podríamos ir de vacaciones algún día.
Maddie (Lindsay Lohan) es una editora de libros que sueña con escribir su novela. Ama en silencio a Paul Kennedy (Alexander Vlahos) el exitoso autor al que ella prácticamente le arma los libros. Pero él se enamora de una amiga de Maddie y a ella no le queda otra más que resignarse y asistir a la boda de ambos en Irlanda. En el aeropuerto conoce a un fotógrafo llamado Ed Speelers (James Thomas) con el cual surge una especie de chispa. Pero hablamos de un elemento fantástico y este aparece cuando Maddie se cruza en la campiña con Santa Brígida (Dawn Bradfield) y esta le ofrece que pida un deseo. Maddie decide entonces que su deseo es casarse con Paul Kennedy. Al despertar, su deseo parece estar en camino a cumplirse. Pero el deseo de la guionista, carente de sutilezas, ya se nota que es muy diferente. Lo que sigue es el camino en la dirección más obvia posible. Está bien, tampoco se trata de romper las reglas del género.
Varias cosas hacen que Un deseo irlandés deje de ser mediocre y pase a ser mala. En primer lugar su incapacidad de construir identidad visual o tono en general. Nada es gracioso en ningún momento. Por otro lado, la película incluye al personaje de la madre de Maddie, interpretado por Jane Seymour, cuya existencia en la trama sólo sirve para alcanzar los noventa minutos. Cualquier montajista decente le hubiera avisado a la directora que ese personaje no tenía sentido alguno en el corte final de la película. Y lo último y más absurdo: si Paul Kennedy es finalmente un canalla egoísta incapaz de ser generoso con la mujer que ama ¿Por qué Maddie permite que una amiga de ella llegue al altar con él? No hay mucho esfuerzo y se nota. La comedia romántica hace ya muchos años que no da una película excelente y mi deseo final es que pronto aparezca alguien que con su talento revitalice a un género que está pasando por el peor momento de su historia.