Peliculas

ZACK Y MIRI HACEN UNA PORNO

De: Kevin Smith

ADOLESCENCIA PERPETUA

Durante la década del noventa, Kevin Smith fue un nombre de cierta importancia. Con su primera película, Clerks, una comedia que contaba un día cualquiera en la vida de una cajero de supermercado filmada con un un bajísimo presupuesto, se transformó en la revelación del festival de Sundance de 1994. Pero con el paso del tiempo, entre problemas con Miramax, el desprecio de la crítica y el fracaso comercial de sus siguientes films, la figura del director se fue reduciendo, aunque, claro, se transformó en eso que suele llamarse figura de culto, dudoso estatus que le permitió seguir con su carrera. Así construyó una filmografía que podría denominarse como coherente, en cuanto a temas y estilo. Zack y Miri hacen una porno no se sale de esa senda ya transitada y vuelve sobre los personajes y temas típicos de Smith: jóvenes con trabajos precarios, que adolecen de una eterna adolescencia y que detestan el mundo adulto por las responsabilidades que este representa. En este caso, esos jóvenes son los Zack y Miri del título, amigos desde la infancia y que conviven hace años sin haber tenido jamás algún tipo de acercamiento más allá de los límites de la amistad. Esa situación será puesta en crisis cuando decidan, para pagar deudas, hacer una película porno con ellos mismos como protagonistas, junto a un grupo de freaks reclutados para la ocasión. Y así Smith intenta una comedia de enamoramiento mientras acumula situaciones absurdas, en una sucesión de gags y chistes verbales (supuestamente la gran virtud del director es escribir ingeniosos diálogos caracterizados por incluir un insulto cada tres palabras) que en pocas ocasiones funcionan. Más allá de la poca efectividad del humor de esta película en sí, el gran problema es que resulta imposible divertirse luego de tantos otros films similares, empezando por los anteriores del mismo director. Si sus personajes son eternos adolescentes, Smith también lo es, y sigue escribiendo los mismos insultos de siempre, haciendo chistes sobre Star Wars, y mostrándose obsesionado con el sexo de la misma forma que lo hace un chico de doce años luego de descubrir su primer desnudo femenino. Y si en este aspecto la película no funciona, menos aún lo hace en su pretensión de comedia de enamoramiento, ya que como también ha demostrado en toda su carrera, Smith es un pésimo narrador, alguien incapaz de saber dónde poner la cámara y menos aún, cuándo cortar un plano para pasar a otro (en este sentido la más rescatable de sus obras sigue siendo Chasing Amy, o como se tituló en nuestro país, La otra cara del amor). Rústico como pocos, su cine no es más que otro objeto de desecho de la cultura popular norteamericana, esa misma cultura que circula en referencias constantes en sus películas y que parece ser el refugio de sus personajes, y por extensión, del propio director, eternos adolescentes perdidos en el tedio de su propia sociedad, a la que contribuyen haciendo notar su propia carencia creativa y su pesada bobería.