LEGÍTIMA DEFENSA
En la religión judía se pueden encontrar algunos preceptos que dan cuentan de un sino trágico que atraviesa la historia de su pueblo desde tiempos inmemorables. Un destino adverso que, como un designio divino, parece expandirse desde el inicio hasta el fin de los días, y sobre el cual se ha erigido toda una forma de vivir y de pensar. A la condena a la errancia, al desarraigo, a la diáspora, los judíos le han contrapuesto una inconmensurable capacidad de resistencia, un fuerte instinto para supervivir.
Muchos de los elementos de la tradición religiosa poseen esta connotación. La mezuzá y la sinagoga son algunos de ellos. La primera, una pequeña caja en cuyo interior se guardan enrollados unos versos bíblicos, debe colocarse en el marco de la puerta de ingreso de cada casa para recordarle la existencia de Dios a quien cruza el umbral. La tradición conlleva la obligación de llevarse la mezuzá en caso de abandonar la morada, para volver a ponerla en la morada siguiente. La sinagoga es el sitio para rezar, no es un templo ni una casa especial, cualquier lugar puede convertirse en tal, ya que no la define el espacio físico, sino la simple reunión de las personas con la intención de rezar. Estos preceptos guardan una misma sabiduría: la de comprender que detrás de ese destino trashumante se aloja una búsqueda permanente por trascender, y que es en esa búsqueda en donde el ser alcanza a ser. De ahí que la casa, el templo o el territorio pueden estar corridos, avasallados o destruidos, pero el hogar nunca se pierde, porque es en uno mismo en donde se aloja.
Edward Zwick, el director de Desafío, parece conocer esta condición judía tan alejada de la literalidad y más apegada a la interpretación, pues a ella apela en su película cada vez que sus personajes se enfrentan a los dilemas que la tragedia en la que viven los expone.
Las historias acaecidas durante el Holocausto de las que suele dar cuenta el cine se centran en general en representar a sus víctimas sumidas en cierta pasividad o resignación, sólo algunas pocas ponen en escena las mil maneras a las que los judíos apelaron para resistir activamente al horror del nazismo. Hay quizás en esa mirada algo de temor a restarle el peso dramático que el Holocausto posee, como si el impulso natural por defenderse pusiera a las víctimas en una posición distinta, más aventajada. La defensa ante un ataque es siempre legítimamente válida aun cuando legalmente no esté permitida.
La resistencia activa que más trascendió históricamente es la que se gestó dentro del gueto de Varsovia, pero no fue la única. Varios grupos de partisanos judíos resistieron escondidos en los inhóspitos bosques de toda la zona de Europa del Este, viviendo en condiciones extremas y con la amenaza permanente de ser encontrados por los nazis a medida que éstos invadían nuevos territorios.
Desafío cuenta la historia del grupo de partisanos que más vidas judías logró salvar y que más bajas de alemanes produjo. Los hermanos Bielski, más conocidos entre los otros partisanos como la “Otriad Bielski”, integraban una gran familia que habitaba en un pequeño pueblo de Bielorrusia ocupado por los soviéticos. En junio de 1941, los nazis invadieron el lugar y asesinaron en masa a más de cuatro mil judíos, entre quienes se encontraba la familia Bielski, de la que sobrevivieron sólo cuatro hermanos. Dos de ellos, Tuvia (Daniel Craig) y Zub (Liev Schreiber) lograron escapar y esconderse en el gélido bosque de Nalivoki. Ambos eran jóvenes y de temperamento rebelde, así que su instinto de supervivencia los llevó a combatir para defender sus propias vidas y la de muchos otros judíos que se unieron a ellos en la lucha.
La película parte del documental, al mostrar algunas imágenes en blanco y negro que dan cuenta del horror del Holocausto, a la vez que nos informa la cantidad de judíos que fueron deportados y asesinados en Bielorrusia. Luego funde una de esas imágenes al color y comienza a narrar la historia de los hermanos Bielski. Sobre el final de la película, el director vuelve a hacer el mismo procedimiento, pero al revés: fundir una imagen del color al blanco y negro, para volver a dar cuenta -tal como al inicio- de la parte testimonial que posee la historia.
Esta decisión no es irrelevante a los fines de pensar el film, ya que nos anuncia que lo que se va a contar es una historia de ficción, que si bien está basada en hechos reales, no deja por ello de ser una representación. Por eso tal vez, la elección de Daniel Craig como uno de los protagonistas resulte al principio chocante (ya que tenemos su rostro asociado a películas de acción). Sin embargo, a medida que avanza la trama, su semblante comienza a cobrar los matices que el personaje que encarna requiere, incluso el de ser un hombre de “acción” y no un hombre de “ideas”. La película intenta todo el tiempo mostrar las antinomias entre los personajes y las disyuntivas a las que la tragedia los enfrenta. De ahí que a veces utiliza metáforas que en cualquier otra situación podrían no ser necesarias, pero que aquí y -en función de la historia- sí lo son. Enfrentar a los hermanos Tuvia y Zub, como si fueran Caín y Abel; revestir a Tuvia de un halo mítico como si fuera Moisés; poner a convivir en el grupo a un intelectual y a un religioso para contraponer a quienes atesoran el saber de la razón o de las escrituras con quienes sólo detentan el saber de la vida; hacerlos huir del campamento provisorio ante un inminente ataque alemán justo en la fecha de la Pascua y, luego, obligarlos a sortear el escollo de atravesar las aguas de un extenso río. Todas estas pinceladas gruesas que da el director son producto de la necesidad de despegarse de la literalidad de la historia para trascender al territorio de la interpretación -el de la ficción que la película construye-, el único lugar en cual al judío se le está permitido inscribirse por su condición de tal, toda vez que siempre debe padecer el destino trágico de la errancia.
Una decisión estética que reviste de una gran concepción ética. De ahí la emotividad que por momentos la película genera, porque nos evoca no sólo la historia de un grupo de mil doscientos judíos que lograron salvar sus vidas del Holocausto gracias a su persistencia en vivir, sino además, la historia de todos los otros millones que no pudieron resistir, y la de todo un pueblo históricamente condenado al desarraigo.