ALMODÓVAR POR ALMODÓVAR
Aunque hoy no resulte sencillo para los espectadores recordarlo, hubo un mundo en el cine anterior a Pedro Almodóvar. Si bien es posible ver en muchos directores (Douglas Sirk, Rainer W. Fassbinder, Mikio Naruse, George Cukor, etc) las raíces del melodramático universo almodovariano, y aunque muchos films (Sunset Blvd., Duelo al sol, Laura, Imitación de la vida, La malvada, Belle de Jour, etc) nos indiquen que los temas y la estética del realizador manchego tienen influencias, hay que decir que cuando Pedro Almodóvar comienza a filmar, el cine era, en muchos aspectos, diferente. Con él irrumpe en el mundo una mirada única, que sólo a él le pertenece, y que -si bien trabaja mucho la intertextualidad con la historia del cine, la música, la literatura, el diseño y el teatro- se convertirá en una marca tan identificable como definitiva. Como Alfred Hitchcock -gran referente para Almodóvar- en el cine y Dalí, y Warhol en las artes plásticas, Almodóvar hizo y hace de su nombre un producto; su auto promoción le ha permitido llegar al lugar que ocupa su nombre además de su cine. Pedro Almodóvar es hoy el autor de cine europeo más famoso del mundo. Ese lugar de fama y prestigio, que ocuparon antaño Bergman y Fellini, hoy sólo lo ocupa Almodóvar, un cineasta independiente, prestigioso y, dentro de los parámetros del cine de autor, muy popular. Pedro Almodóvar es un director que conocen y reconocen aun aquellos que no han visto ninguna de sus películas. Su influencia alcanza no sólo al cine, sino también a la televisión -de todo el mundo-, al diseño, a la moda e, incluso, a la música. Su paleta de colores domina ciertos barrios de Buenos Aires, sus gustos musicales han autorizado a los intelectuales a recuperar la pasión por el bolero y las canciones populares más románticas y melodramáticas. Su cine es el cine de la pasión. Sus películas son sobre la pasión y el deseo. Su productora lleva justamente ese nombre “El deseo”. Su ley, como una de sus películas lo dice en el título, es la ley del deseo. El universo del deseo es el universo del melodrama. Los hombres son débiles; las mujeres, sacrificadas; todos los crímenes, pasionales; todas los sentimientos, intensos y desmedidos. El melodrama en el cine es el género femenino por excelencia. Es el género que históricamente más se ocupó de la mujer. Del malestar de la mujer en la sociedad, en la familia, en la pareja. Tal vez por eso a este género le costó ser tomado en serio, ser valorado como arte. Con la reivindicación del melodrama -coincidente con los años de formación de Pedro Almodóvar- se abrieron las puertas del género nuevamente. Pero para entonces se había apoderado del mismo la televisión, más propensa al exceso que el cada vez más realista y menos imaginativo cine. Pero los géneros cinematográficos, por suerte, nunca mueren; y Pedro Almodóvar es, por derecho propio, el gran refundador del melodrama en el cine. De la fama de su director, de las constantes en su universo y de la fuerza apasionada del melodrama está hecha Los abrazos rotos, su nueva película.
Entre las características más notorias del cine de Pedro Almodóvar está el de -consecuencia y motivo del melodrama como su género favorito- la importancia de la mujer como protagonista de sus historias. Así cuando aparecen films como Hable con ella, La mala educación o Los abrazos rotos, la importancia de los personajes masculinos como protagonistas es un punto que llama la atención y que debe ser tenido en cuenta. Cuando la profesión de ese personaje masculino es la de director de cine, es mucho más sencillo interpretar que se trata de un alter ego del realizador. ¿Pero acaso no eran un alter ego del director muchos de los personajes femeninos de sus películas? Es importante estar atento, porque en el juego de espejos y cajas chinas que ofrece Almodóvar aquí, todo tiene lecturas cruzadas y complejas en las que el director se expone mucho y luego se oculta, se divide y subdivide en muchos personajes. Almodóvar, como un mago, muestra lo que quiera que veamos e interpretemos a la vez que esconde el verdadero truco detrás. La autoreferencialidad extrema de su cine no es autobiográfica, sino emocional. Y en ese sentido todas sus películas hablan de él mismo, de sus sentimientos, de sus emociones, de la experiencia apasionada de la existencia. Nada o casi nada se sabe de la vida privada de Almodóvar, todo se sabe sobre su cine. Amante de la ficción, del artificio, defensor acérrimo del oficio de inventar historias, el director logra aquí una de sus películas más recargadas y ambiciosas. Todo su cine parece incluido en esta película, todas las escenas parecen vinculadas con otras previas del director o de la historia del cine. No es un juego cinéfilo, no es un recurso vacío, es una verdadera exploración de las pasiones humanas a partir de cómo estas fueron retratadas en el cine, en particular en el melodrama. La exageración del género parece ser acá más realista que nunca, cuanto más vueltas de tuerca tiene el film, cuantas más historias se cuentan en la película, todo parece remitir a la realidad. Paradoja interesante ésta de que -citando a William Blake- “sólo el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría” y a la representación finalmente más auténtica del mundo a partir del exceso dramático y emocional de la historia. Como en otro film de Almodóvar, Entre tinieblas, le dice la abadesa Julia (Julieta Serrano) a su amada y admirada cantante Yolanda Bel (Cristina Sánchez Pascual): “Adoro la música que habla de los sentimientos, bolero, tango, merengue, salsa, rancheras ” y Yolanda le contesta: “es que es la música que habla, que dice la verdad de la vida, porque quien más y quien menos siempre ha tenido algún amor, algún desengaño”. Pequeña pero significativa declaración de principios de explica bastante bien su gusto por lo melodramático. En Los abrazos rotos no sólo hay declaraciones de principios mostradas en gran parte por todos los melodramas, dramas y policiales negros a los que una y otra vez hace referencia la trama, también hay una reflexión acerca de la crisis de un artista. El propio Almodóvar habló -salvando él las distancias- sobre 8 ½, de Fellini y podríamos pensar también en otros films sobre crisis de artistas que, en cada caso, se adaptan a la identidad de su realizador. Si Fellini tiene una crisis a lo Fellini, Clint Eastwood en Cazador blanco, corazón negro, Win Wenders en El estado de las cosas, Billy Wilder en Sunset Blvd. y Woody Allen en La mirada de los otros, exploran a su modo estas crisis. En el caso de Woody Allen, como en el de Almodóvar, el director ha perdido la vista, metáfora definitiva sobre la incapacidad de seguir creando imágenes. Por eso es que resulta más terrible que la película que lleva a la crisis y a la ceguera al director del film es Chicas y maletas, que no es otra cosa que Mujeres al borde de un ataque de nervios, la película más famosa de su carrera y la que le permitió un reconocimiento internacional. Esa película fue un gran salto en la filmografía del director y a la vez permitió una interpretación bastante incompleta acerca de su cine. En aquel film se vio truncada, al menos por una década, el vínculo con su actriz favorita hasta ese momento, Carmen Maura. Aquí, de forma más que significativa, Penélope Cruz (que se transforma alternativamente en Audrey Hepburn, Marilyn Monroe y Sophia Loren, entre otras divas del cine) ocupa los afiches, las campañas publicitarias y la mirada del director del film, el del relato y el propio Almodóvar. Nuevamente ese objeto de deseo es un objeto fetichista al que sólo se puede poseer realmente cuando se lo vuelve pasivo. Esa mujer poderosa tiene que estar muerta y/o filmada -en éste y otros films de Almodóvar, pero no en todos- para dejar de ser una amenaza y así ser controlada. Todas las obsesiones del director se dan cita acá, sus máximas fantasías, sus peores temores. Incluso se dedica a explorarse a sí mismo en muchos personajes, en las más variadas formas de vínculos de amor y hasta la idea de un film que -según dice Ray, el joven gay hijo del millonario- es “la venganza de un hijo contra la memoria de su padre”. Pero ese es un personaje, mientras que otro hijo actúa de forma contraria. Los significados del film no son contradictorios, sino más bien, una gran suma, un colage (algo que Almodóvar ama) que, como las fotos reconstruidas, no van conformando el retrato de un hombre, sino el del ser humano en general. Humano en sus pasiones y sus miserias, humano hasta la traición y hasta la certeza de que el amor, en todas sus formas, es el motor más grande de la existencia.