Para cualquiera que siga la cultura popular norteamericana, los hermanos Menéndez, Lyle y Erik, son bien conocidos. Estos dos hermanos asesinaron a sangre fría a sus padres, José y Kitty Menéndez y ocultaron su crimen hasta que uno de los dos jóvenes se quebró y terminaron arrestados, para ser sometidos a uno de los juicios más resonantes de la historia, sólo superado por uno que vendría poco tiempo después, nada menos que el de O. J. Simpson. Por su carácter mediático -el primer juicio a los hermanos fue televisado- se volvieron un fenómeno popular que aparece citado, parodiado y referenciado en innumerables programas de televisión y películas. Con la velocidad que tiene el exitismo, se hicieron telefilms y documentales casi desde el comienzo, pero con los años, el caso no fue cuestionado y todo indicaba que sería sólo el recuerdo y nada más. Sin embargo, la memoria se renovó en los últimos años, cuando muchos jóvenes, que no habían nacido ni cuando se cometió el crimen ni cuando los jóvenes fueron condenados, se interesaron por el caso y en las redes sociales, en particular TikTok, se generó un movimiento que los volvió populares y que en este 2024 amenaza con cambiar el curso de la historia.
Parte de ese fenómeno incluye el estreno de tres documentales en los últimos dos años y ahora esta temporada de las serie Monstruos, la misma que en la primera tuvo como protagonista al asesino serial caníbal Jeffrey Dahmer. El creador de la serie es Ryan Murphy, que ya tuvo el mismo concepto en otra serie llamada American Crime Story, donde trató el caso de O. J. Simpson y el crimen de Gianni Versace. A pesar de las diferencias, claramente las cinco miniseries perfectamente podrían ser unidas como una única gran serie de antología. Nueve episodios tiene Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez y dos estrellas interpretando a José y a Kitty: el prestigioso actor español Javier Bardem y la reina del cine independiente Chloë Sevigny. Lyle es interpretado por Nicholas Chávez) y Erik por Cooper Koch.
Aunque el caso es muy conocido en Estados Unidos, el público del resto del mundo puede llegar a sorprenderse por los detalles y las vueltas de tuerca. Para el público de Argentina el caso se parece en muchos aspectos al Caso Schoklender, ocurrido años antes en ese país. La familia Menéndez tenía mucho dinero y el padre, exiliado cubano, se había vuelto millonario en varias empresas, en particular la industria discográfica. La miniserie describe al padre como un hombre extremadamente estricto y maltratador y a sus dos hijos como dos jóvenes descarriados con tendencias criminales que generaban malestar en la familia. La madre, por su lado, cubría todas las actitudes de su marido. Superficiales y caprichosos, la miniserie muestra como los dos hijos del matrimonio Menéndez toman la decisión y cometen un brutal asesinato con armas largas que incluye la planificación y una ejecución en dos partes, cuando se quedan sin balas sin haber terminado de matar a la madre y van en busca de más. Con astucia, lo que hace el guión es dejarnos bastante lejos de cualquier empatía por ellos, pero luego viene el juicio y aparece una historia de abusos sexuales y la balanza comienza a equilibrarse.
Aunque la opinión actual es más favorable a los hermanos de lo que eran en la década del noventa, esta ficción tiene la inteligencia de generar una mirada menos favorable porque es la única manera de poder extender demasiado la trama. Nueve episodios son muchos, pero mostrando el lado oscuro de los jóvenes previo al asesinato, algo que los documentales subestiman, se arma algo más sofisticado para el drama, sea o no cierto todo lo que se cuenta. Incluso algunos atrevimientos narrativos incomprobables dan cuenta de ese deseo de ficción. Si bien la trama se extiende por demás, la necesidad de ver el cierre es inevitable. Un gran personaje, pero injustificable, es el del periodista Dominick Dunne (magistralmente interpretado por Nathan Lane) padre de la actriz Dominique Dunne, asesinada unos años atrás y cuyo asesino no recibió el merecido castigo. Este personaje es divertido pero su presencia parece más un compromiso ideológico para que los espectadores tengan un lugar donde hacer pie. Todos los demás actores están bien pero es un caso de estudio el tema del maquillaje de Javier Bardem. El actor se jactó de haber pasado horas en maquillaje y el resultado es simplemente Bardem completamente reconocible, sólo como un par de detalles que no alteran su aspecto. Chloë Sevigny no pasó por el mismo proceso de maquillaje y desde acá la felicitamos. Simplemente actuó y aceptó que la gente iba a reconocer su cara. La miniserie se ha vuelto un éxito tan grande qué mientras el público del mundo la ve, ya hay un pedido oficial del fiscal de distrito de California para revisar el caso y liberar a los hermanos Menéndez.