En sus situaciones más absurdas e inverosímiles, Bellas artes puede verse ridícula, pero al mismo tiempo es en esos momentos en los cuales podría ser un documental. La descripción que hace del mundo del arte se queda corta en relación a las situaciones absurdas que pueden darse en el mundo del arte moderno. Cualquier disciplina tiene su lado cómico y en el mundo de Mariano Cohn y Gastón Duprat ese costado aparece con facilidad. Bellas artes es una serie de doce episodios divididos en dos temporadas que podría continuar dos más sin problema alguno. En esta ocasión el brillante dúo de El hombre de al lado y El encargado cuentan con la colaboración de Andrés Duprat, curador de arte y actual director del Museo Nacional de Bellas Artes de la Ciudad de Buenos Aires. La historia, justamente, es la de Antonio Dumas (Oscar Martínez) un prestigioso historiador de arte y curador que es elegido para dirigir un importante museo de arte contemporáneo en Madrid, España. La escena inicial lo dice todo. Tres candidatos aspiran al puesto, dos de ellas son mujeres, una negra y la otra lesbiana, cuyos discursos están completamente a tono de la corrección política y la cultura woke de la actualidad. Dumas, por su parte, es franco, directo, de la vieja escuela y sin vueltas. En una decisión inesperada, lo terminan eligiendo a él, lo que será el comienzo de esta comedia que satiriza el mundo del arte y el estado de la cultura actual en general.
Bellas artes es una comedia y como tal funciona a la perfección, desde el primer episodio hasta el último. Oscar Martínez es el actor perfecto para combatir la estupidez del mundo actual, hacerlo con un mal humor legendario y al mismo tiempo tener la inteligencia para que ese nuevo paradigma no se lo lleve puesto. Su personaje es particularmente brillante no solo por esta característica que hace las delicias de todos los que estamos hartos del aspecto ridículo y totalitario de las ideas actuales. El personaje también es interesante por ser un padre mediocre y un abuelo algo irresponsable. También por tener una ex pareja, Mariel (Angela Molina), que lo vuelve loco con sus ideas extremas anti sistema, la contracara del protagonista en su mirada del mundo. Y hay más, porque en ambas temporadas, Dumas también encara romance que o bien se frustran antes de comenzar o tienen una vuelta de tuerca que demuestra que es brillante en todos los aspectos menos en el afectivo. Antonio Dumas es un gran personaje.
Mariano Cohn y Martín Bustos dirigen con el estilo de las producciones de este equipo, porque no solo se trata de ilustrar los guiones de Andrés Duprat. El carnaval de artistas, empleados y funcionarios que pasan por estos doce episodios es memorable y variopinto. Filmar obras de artes sin sentido estético haría fracasar toda la serie. Cada artista es filmado como se merece, aprovechando al máximo las posibilidades visuales en cada capítulo. Aixa Villagrán y Koldo Olabarri como los colaboradores de Dumas son la clase de actores que uno no imagina en otro rol por la naturalidad con la que se mueven. Y los actores invitados son un verdadero lujo. José Sacristán, Imanol Arias y Miguel Ángel Solá, entre otros, se divierten y se nota con sus papeles. Bellas Artes tiene un público asegurado pero eso no es un defecto. Es realmente un respiro al burlarse de aquello que la mayoría de las ficciones ni se atreve a mencionar. Pero de ninguna manera es enemiga del arte moderno, para nada, no cae en esa tontería, sólo satiriza los aspectos mencionados. Como serie tiene el truco de cualquier buena ficción: el protagonista se dedica a resolver problemas en cada episodio. Así es como han triunfado las series sobre detectives, médicos o aventureros desde el comienzo de la ficción en episodios. Todos los capítulos son, además de sátiras graciosas, muy entretenidos.