Libros

HITCHCOCK

De: Eric Rohmer y Claude Chabrol

PISTAS PARA DEVELAR EL MISTERIO

“Este pequeño truco mío se encuentra en cada uno de mis libros y todo lo demás no hace relativamente sino jugar sobre su superficie. Quizá algún día el orden, la forma, la textura de mis libros constituirán para los iniciados una representación completa de ese detalle. Pero eso es precisamente lo que al crítico le compete buscar. Y aún diría más –añadió sonriendo mi visitante-: eso es lo que al crítico le compete hallar.”
Henry James, La figura en el tapiz.

Dice Rohmer en la entrevista realizada por Antoine de Baecque en 2008 y que se incluye en esta reedición a modo de introducción: “Hitchcock encarnaba una de mis ideas más preciadas: la de que el cine se organiza como una forma en el espacio, una forma que es la ilustración de una idea secreta, oculta, que determina toda la obra” , y luego, ante la pregunta sobre cuál es esa idea secreta, responde: “La metafísica” .
Con esas palabras, Rohmer deja entrever cuál fue el propósito del libro: llevar adelante una lectura de las películas del Maestro a partir de la puesta en escena (“una forma que se organiza en el espacio”) e intentar poner de relieve los temas de esas películas y la visión del mundo que ellas ofrecen para dar así con la “idea secreta” (“metafísica”). Todo esto, por supuesto, tenía un fin claro: demostrar que Alfred Hitchcock era, ni más ni menos, que un gran artista, complejo, original y profundo. Y a juzgar por los resultados vertidos en las páginas, podríamos decir que la tarea fue en gran parte cumplida.

El libro está divido en tres partes y una conclusión. La primera de ellas se ocupa del período inglés; la segunda, del primer período norteamericano, el de los trabajos del Maestro junto a David O. Selznick; la tercera abarca desde La Soga/Festín diabólico (The Rope , 1948) hasta El hombre que sabía demasiado (The man who knew too much , 1956). Por último, la conclusión se centra en El hombre equivocado (The Wrong Man , 1956). Según dice el autor de los Cuentos Morales en la entrevista antes citada, a él le pertenecen el tercer capítulo y la conclusión, mientras que Chabrol se encargó de la redacción de los primeros. Esto nos permite diferenciar los estilos de cada escritor. Aunque sutiles, las diferencias se notan.
Estilísticamente, por ejemplo, cabe señalar que en los capítulos escritos por Rohmer, ante cada película que es analizada, aparece un título que separa cada texto del anterior, algo que no se da en las partes correspondientes a Chabrol. Esto, que puede parecer menor, no lo es a la hora de comparar lo producido por cada firma, y permite notar el gusto por la claridad expositiva que siempre cultivó Rohmer, y que deja en claro su capacidad para sintetizar con justeza y justicia, y en pocas palabras, muchas veces no exentas de belleza, ideas centrales. Veamos algunos ejemplos: “Más allá del suspenso”, “La tentación del martirio”, “Flores de retórica”, “¿Es bueno, es malo?”. Rohmer fue un gran escritor.
Volviendo al libro en sí, algo importante para soslayar es que en el momento de su aparición, Hitch aún no había filmado algunas de sus más famosas y sobre todo logradas películas: Vértigo (Vertigo , 1958), Intriga Internacional (North by Northwest , 1959), Psicosis (Psycho , 1960), Los pájaros (The Birds , 1963) y Marnie, la ladrona (Marnie , 1964) son posteriores a la primera edición, razón por la cual cabe darle mérito a los autores, quienes fueron capaces de dar con varias de las claves de la obra hitchcockiana cuando ésta estaba todavía en pleno desarrollo, y que por ejemplo aún no había alcanzado su cumbre: hablamos, claro está, de Vértig o. Vale decir que sobre este film se ha agregado en esta reedición, a pedido de Rohmer, un escrito suyo por demás interesante y sobre el que volveremos más adelante.

Siguiendo un orden cronológico, los autores nos proponen ir acompañando el desarrollo de la obra del Maestro mientras analizan cada film, desde lo formal y temático (que son en definitiva, aspectos inseparables), comparándolos entre sí, hasta incluso abriendo juicios valorativos sobre ellos. No faltan datos, información, en su dosis justa, que sirven como puntos de apoyos para airear los textos. Todo para, como decíamos antes, acercarse a ese “secreto” del que habla Rohmer, o esa “figura en el tapiz”, como tanto le gusta decir al crítico y teórico argentino Ángel Faretta, tal vez la persona que más y mejor ha reflexionado sobre la obra de Hitchcock (al respecto son muy recordables los textos consagrados al Maestro que aparecen en su libro “Espíritu de Simetría”). Mientras se refiere a El Ring (The Ring , 1927), dice Chabrol:

“Hitchcock, quien jamás elude llevar sus símbolos hasta el extremo, muestra en el desenlace al marido apoderándose de la pulsera y deslizándola en el dedo de su mujer, como una alianza. Refinamiento supremo; la pulsera representa una serpiente; para el católico Hitchcock, el adulterio se identifica con la falta originaria de Eva” .

Aquí, el crítico ya empieza a dar con algunas claves. En primer lugar, alejándose de las operaciones “contenidistas” que por aquella época impedían que películas de este tipo fueran bien consideradas y entendidas, realiza una interpretación a partir de la puesta en escena; es decir, efectúa una lectura de la simbólica del film, estableciendo que Hitchcock es un director que se expresa a través de símbolos. Y además, luego de explicar qué representa ese símbolo, pone de relieve el origen católico del director. Esto no es menor, ya que es un aspecto fundamental para entender la obra hitchcockiana, aunque increíblemente aún muchos no puedan o no quieren verlo. Luego, más adelante agrega:

“Pero él (Hitchcock) se niega y se negará siempre al sermón, al proselitismo. Hasta el punto de que los espectadores no tardarán en olvidar este aspecto esencial de sus obras. Hasta el punto de que estos filmes generarán un perfecto malentendido sobre las intenciones del realizador, al no haber sabido ver el espectador más allá de la apariencias ”.

Ese “no ver más allá de las apariencias”, que aún hoy muchos padecen, es en gran medida contra lo que escriben la dupla Chabrol-Rohmer, aportando con sus análisis unas cuantas pistas que nos ayudan a ver un poco más allá. Claro que ellos mismos tropiezan varias veces. Es ejemplar como Chabrol no es capaz de encuadrar bien su interpretación sobre Ocho a la deriva (Lifeboat , 1944), de no lograr entender, sobre todo, su postura política. Es verdad que en este sentido Hitch siempre ha sido problemático, dado lo difícil que resulta encasillarlo dentro de las definiciones simplistas de lo que contemporáneamente se entiende como político.
Siguiendo con la lectura desde el punto de vista religioso, Rohmer, al referirse a Mi secreto me condena (I confess , 1953), escribe:

“ (…) la decadencia, una tara que, originada en el alma, contaminará el cuerpo. Esta noción de una afinidad estrecha entre la carne y el espíritu, noción sobre la cual reposa todo el arte occidental, está muy desacreditada entre nuestros modernos: sin embargo el cine, mediante un recurso claramente simple, viene a proporcionarle un actual e irrefutable fundamento ”.

Como se puede ver aquí, ya no se trata sólo de señalar la profesión de fe del director, sino que la apreciación es un poco más amplia y en todo caso intenta demostrar cómo el catolicismo es la base de todo un complejo sistema –estético- de pensamiento. Por esto, en la segunda parte del libro –la escrita por Rohmer, recordamos- los análisis se tornan más ricos. Así se llega al ejemplar análisis teológico de Pacto Siniestro/Extraños en un tren (Strangers on a Train , 1951), con la salvedad de la equivocada mención a cierto aspecto jansenista de la obra, y a la lectura filosófica de La ventana indiscreta (Rear Window , 1954), donde dice:

“Si aventuramos esta interpretación es porque el platonismo constante de la obra hitchockiana no la desmiente. Como las Historias Extraordinarias de Poe, ésta descansa sobre la implícita de una filosofía de las Ideas. La idea aquí –aunque sólo fuese la idea pura del Espacio, del Tiempo, o del Deseo- precede a la existencia y la funda ”.

En este punto debemos destacar que la mención a Edgar Allan Poe –que aparece en más de una ocasión- es otro de los fundamentales aciertos del libro: es una pista más. Y así, siguiendo la tríada Platón-Catolicismo-Poe, llegamos al final, a aquel texto sobre Vértigo agregado para la reedición y que mencionábamos párrafos atrás. El texto está fechado en marzo de 1959, y fue publicado por Cahiers du Cinéma. Además del placer que causa leer una crítica tan bien escrita y fundamentada, hay que señalar, una vez más, la agudeza de una mirada atenta y una escritura que hacía de la belleza estilística su sello distintivo. El texto lleva el acertadísimo título de “La hélice y la idea”, en el que convergen una tradicional figura simbólica –la primera, derivada del simbolismo del espiral- y otra que es utilizada en sentido platónico. Y dicha convergencia es la mejor prueba del logrado acercamiento al misterio de la metafísica hitchcockiana que este libro consigue.

Hitchcock
Claude Chabrol
Éric Rohmer
Editorial Manantial (Texturas)
Buenos Aires, 2010