LA CLASE B
Es necesario decir, una vez más, que remakes, secuelas y precuelas existieron desde siempre en la historia del cine. Algunos de los más grandes films del cine clásico eran en realidad remakes. Pero es cierto que tal vez nunca, como ahora, éstas ocuparon espacios tan importantes en la cartelera. No es que predomine la falta de ideas, sino que responde simplemente a buscar algo que ya se demostró que funciona. Y aunque todos disfrutan al atacar esta clase de films, la verdad es que esto no siempre significa una mala noticia. Ese es el caso de Depredadores, el film de Nimród Antal el director de la premiada película húngara Kontroll– producido por Robert Rodríguez, quien no necesita presentación. La trama sigue la historia de Depredador (1987), aquel film dirigido por John McTiernan, protagonizado por Arnold Schwarzenegger, y de Depredador 2 (1990) e ignora con alegría y buen criterio los dos films de Alien vs Depredador. La agradable sorpresa es que este nuevo film tiene el espíritu del mejor cine clase B. Es decir: trama sencilla, concreta, con buena acción, buenos personajes y, a pesar de toda esta simpleza, una serie de ideas claras y concretas. Ya desde el comienzo la película tiene muy bien asumido su rol de film de acción y sorprende con su potencia y su afán de ir al grano. Como los grandes directores del cine clase B, como Don Siegel, Samuel Fuller o Robert Aldrich, esta película sabe que no hay que perder el tiempo y no podría empezar de forma más atrapante de lo que empieza. Así, un grupo de desconocidos con claras habilidades se encuentra de la nada en un espacio desconocido, caídos literalmente del cielo. Ese grupo entenderá rápido que debe unirse y que le espera un enemigo implacable. En una especie de teoría de los grupos digna de un tratado sociológico, pero adaptada al más puro lenguaje cinematográfico, Depredadores da cuenta de estas personalidades, así como de su ética y su moral. Así, la primera mitad del film es impecable, al punto de parecer claramente mejor que sus predecesoras. Para eso cuenta con un elenco efectivo y el lujo de tener a Adrien Brody (ganador del Oscar por El pianista) en el rol principal, quien no sólo actúa bien, sino que lo hace en una película de acción, cosa que no todos los ganadores del Oscar pueden lograr. En la historia surgen después algunas vueltas que le dan interés a la segunda mitad de la película aunque también la agrandan un poco. Lamentablemente esa segunda parte de Depredadores no está en el mismo nivel que la primera, pero aun así no se contradice ni cae en situaciones que arruinen los conceptos cinematográficos iniciales. Por supuesto que hay efectos especiales de la era digital, pero no en exceso. Por primera vez una secuela en lugar de inflar todo hasta perder el rumbo elige hacer las cosas bien, para beneficio de los espectadores, claro está que podrán ver una película que no se pierde en el camino. Un ejemplo a seguir por muchos otros directores que, sin descuidar la taquilla y aun sumados a una franquicia, pueden redescubrir el arte complejo, pero simple a la vista, del cine clase B.