Robinson Crusoe (1997) es una de las adaptaciones de la novela de Daniel Dafoe publicada en el año 1719. Aunque se trata de una de las novelas de aventuras más importantes de todos los tiempos, la predecesora del género que ocurriría en el siglo siguiente, Robinson Crusoe tuvo muchas adaptaciones cinematográficas y televisivas, pero no hay ninguna que puede erigirse como la definitiva o aquella que tenga una popularidad indiscutible. Cada una tuvo su momento y muchas tienen méritos, pero a diferencia de otros exponentes del género, el libro ha perdido, año tras año, la posibilidad de seguir siendo atractivo para las nuevas generaciones de espectadores y los conceptos políticamente correctos del presente. La salida más elegante la encontró Robert Zemeckis en Náufrago (2000) una enorme película con Tom Hanks donde el personaje de Viernes era reemplazado por una pelota de vóley bautizada Wilson por el protagonista. Como primera curiosidad se puede destacar eso: Desde su publicación en 1719 hasta esta mencionada versión libre, siempre se le ha acusado a la historia de estar vinculada con valores del mundo occidental y la superioridad de un hombre blanco. Son los héroes de los libros y las películas, claro que tienen mérito. El mundo de la literatura y el cine es mejor por la existencia de Robinson Crusoe, una obra maestra del relato de aventuras.
La versión de 1997 ha hecho méritos para ocupar su lugar de privilegio, incluso siendo un telefilm en la época en la cual serlo era un escalón por debajo de las películas de cine. No son pocos los clásicos llevados a la pantalla chica, pero en este caso el gran atractivo, además de libro, es su protagonista, Pierce Brosnan. Justo antes del comienzo de rodaje, el famoso protagonista de la serie Remington Steele fue anunciado oficialmente como el nuevo James Bond, un papel para el que ya había sido elegido pero tuvo que postergar varios años. Ser estrella de televisión en 1994 (la película se estrenó tres años después) no tenía tampoco el valor que hoy tiene, más allá de la enorme popularidad que un actor como Pierce Brosnan tenía. Al ser presentado como James Bond, esta humilde adaptación subió automáticamente la cotización, a punto tal que fue comprada por los hermanos Weinstein para estrenarla en cine, algo que finalmente ocurrió, pero no en Estados Unidos ni en Gran Bretaña.
La película incluye al propio Daniel Dafoe (Ian Hart) recibiendo los manuscritos que inspiraron su novela y también un epílogo con él. Luego pasamos al personaje central y a lo que es una versión muy libre pero a la vez digna del clásico. Su corta duración hace que la historia avance muy rápido, tanto que el entretenimiento está asegurado pero el drama se resiente un poco. Una vez instalado Crusoe en su isla desierta a la que ha llegado luego de un naufragio pasamos al punto siguiente y en este caso central: su compañero de isla, Viernes (William Takaku). Este nativo es rescatado por Robinson cuando estaba a punto de ser sacrificado por los integrantes de una tribu. La desconfianza inicial va trocando un vínculo más profundo y finalmente en una amistad, luego de disputas varias, incluyendo conceptos sobre la vida cotidiana y también discusiones sobre religión.
La película se toma muchas libertades, algo inevitable pero también saludable, porque libro hay un solo y siempre es entretenido ver que dice cada época sobre ese texto. Incluso cuando se publicó fue discutido, el mismísimo Jonathan Swift polemizaba con él a punto tal de escribir Los viajes de Gulliver (1726) como una respuesta con humor a Robinson Crusoe. En 1997 ya se habían hecho muchas adaptaciones a los conceptos ideológicos de dos siglos atrás. Pero no tanto como para romper todo o exagerar el punto. La película busca entretener y su énfasis final consiste en mostrar cómo dos personas muy diferentes pueden trabajar unidos para sobrevivir y mejorar su condición humana. Dentro de las formas narrativas horribles de hoy y el terror al pensamiento del presente, esta divertida versión hecha hace treinta años se disfruta sin culpa.