Peliculas

BIUTIFUL

De: Alejandro González Iñarritu

IÑARRITU: LA REVULSIÓN CONGELADA

Alejandro González Iñarritu entró al universo del cine por la puerta grande. Amores perros dio la vuelta al mundo y lo convirtió en un fenómeno que, sin estar exento de polémicas, pareció anunciar la aparición de un nuevo cineasta a tener en cuenta. Luego vinieron: 21 gramos, con un elenco norteamericano, y más tarde, Babel, con un elenco internacional. Las tres coincidieron en su guionista, Guillermo Arriaga, y en un cruce de historias y saltos temporales que se convirtieron también en una de las más elogiadas marcas del cine de Iñarritu. Pero si Amores perros despertó opiniones positivas y Babel obtuvo muchos premios, lo cierto es que Biutiful -también premiada y valorada por muchos críticos- es la que ha recibido toda la corriente en contra y parece destinada a ser considerada la peor película del director. Esta categorización no dice nada en sí misma, tampoco es un ranking, pero hay una idea que parece alzarse bastante unánime: Biutiful es la más fallida de sus películas. Un film puede ser fallido y poseer, sin embargo, cierto encanto, así como hay films que pese a no ser fallidos resultan, de todos modos, espantosos. Cabe aclarar que hablamos de fallido cuando -sin juzgar- las intenciones o el estilo del realizador no llegan a plasmarse de forma coherente y efectiva.

Los detractores de esta película le reclaman lo mismo que se le viene reclamando a Iñarritu desde 21 gramos y que ya se vislumbraba como intolerable en Babel. Un festival de sordidez plagado de imágenes desagradables, un cúmulo de calamidades y una solemnidad, cuyo exceso llega por momentos a producir vergüenza ajena. Todos los detractores del film han coincidido en este punto. Y esta falta de originalidad no es porque estén equivocados, sino precisamente por lo contrario. La película es una sumatoria casi cómica -casi, pues no resulta gracioso tener que tolerar lo que se muestra gratuitamente- de desgracias humanas, exhibidas al mejor estilo del realizador. Iñarritu carece de pudor, y muchas imágenes son notorias por su poca sobriedad y su carencia de buen gusto. Pero si el cine de Iñarritu siempre ha sido así, ¿por qué ahora nos molesta más que antes? El problema ya no es el contenido –aunque siempre lo ha sido-, sino la forma. Biutiful no logra generar la distracción, o sea, el show de efectos que termina por confundir al espectador y lo lleva a creer que todo lo que el director realiza a nivel estético está justificado. Y aquí reside el motivo por el cual la película se convierte en fallida: porque se ve forzada en cada una de sus escenas, pues pocos están dispuestos a tolerar una pesadilla visual que encima esté mal filmada. En lo personal, no he simpatizado ni con 21 gramos ni con Babel, sin embargo, no puedo dejar de reconocerles una potencia de la que Amores perros rebosaba y de la que Biutiful carece por completo.

Como un mago callejero, cuyo público comienza alejarse, el director saca de la galera todos los trucos posibles para llamar la atención, se desespera por conseguir que lo tomen en serio. Entonces ya no le basta con mostrar el cadáver de un niño, sino que debe mostrar tres para generar mayor impacto. Y luego, como ya no alcanza con esos tres cadáveres, debe matar a un grupo entero. Pero como esto todavía le parece poco, se dispone a hacer planos de un cadáver embalsamado y sacado del cajón luego de muchos años, y no un solo plano, sino varios y tan cercanos que hasta resultan ofensivos. Esto es apenas una parte de la película, además, está la enfermedad del protagonista, que es la columna vertebral de la historia. Y aún así, la manera en la que está contada resulta peor que la historia misma. Es decir que, si bien hubo un cambio de guionista, cualquier guion en manos de Iñarritu conducirá siempre a los mismos caminos. Se puede filmar lo mismo que aquí detallo, pero de maneras muy distintas. Sin duda el realizador ha tomado las decisiones que llevan a que Biutiful sea lo que es.

Una curiosidad es que el realizador decide incorporar en esta ocasión un elemento de corte fantástico. Esta inclusión es problemática, sin duda, porque esta licencia poética de que los muertos puedan verse fuera de sus cuerpos después de muertos es pedirle al espectador que crea en un elemento de carácter fantástico. Y si el director nos invita a esta fantasía, ¿por qué nos refriega la sordidez de una manera tan burda durante las dos horas y media de película? Lo sobrenatural contrasta con esa crudeza del relato y nos invita a desconfiar del supuesto rigor de la propuesta. Con un último dato para agregar: la solemnidad del relato está tan forzada que, para conseguir lo que la película no puede adquirir naturalmente, Iñarritu exagera las pausas, se regodea en los planos sórdidos y susurra los diálogos como si así pudiera alcanzar mayor trascendencia. Una vez que el sistema falla, la película no solo se convierte en una experiencia gratuitamente desagradable, sino que además se afirma como un film aburrido, pesado, en el que el director parece situarse en las antípodas de aquella potencia con la que su nombre ingresó en el mundo del cine.