TODO TIENE UN FINAL
Las películas que conforman el imaginario del cine popular de todos los tiempos, tienen la curiosa capacidad de decir mucho más sobre el mundo que las rodea de lo que incluso dichos films planearon inicialmente. La relación entre una película popular y el mundo es mucho más intensa y dinámica de lo que puede ser un gran film alejado de la atención del público. Así, cuando surge un fenómeno como Harry Potter, uno puede ignorarlo, incluso despreciarlo, pero no puede negar su importancia. Ocho películas en diez años han convertido al personaje creado por J. K. Rowling en uno de los fenómenos culturales más importantes de la cultura popular contemporánea. Desde el 2001, con Harry Potter y la piedra filosofal en adelante, el mundo del cine se hizo eco de la euforia con la que unos pocos años atrás el primer libro del personaje había revolucionado el universo de la literatura. De hecho es muy fuerte el vínculo entre los libros y las películas, y los fanáticos de los primeros son fuente imprescindible para el éxito cinematográfico.
La octava y última película de Harry Potter que es en realidad la segunda parte de la séptima- es el momento en que todas las fuerzas chocan por última vez y todos los conflictos se resuelven. Harry Potter (Daniel Radcliffe, en su mejor interpretación del personaje) y sus incondicionales amigos Hermione Granger (Emma Watson) y Ron Weasley (Rupert Grint) se enfrentan aquí en la esperada batalla final contra Lord Voldemort y las fuerzas del mal. Prueba de que se trata del el último capítulo es que la mismísima escuela Hogwarts está en peligro, síntoma de que ahora todo puede ocurrir. Para quienes han leído el libro, poca sorpresa habrá, más allá del habitual juego de similitudes y diferencias entre ambos. Y para quienes nunca hayan visto una película de Harry Potter no existe motivo ni sentido alguno para lo que hagan ahora, ya que acá todo está fuertemente vinculado con eventos narrados en los anteriores films. Durante todo el metraje las historias que han evolucionado a lo largo de los años van encontrando un cierre, y los misterios que aún quedaban por develarse se resuelven definitivamente. El director de Hogwarts, Dumbledore, ya ha muerto, mientras que Lord Voldemort tiene cuerpo y está en la plenitud de sus fuerzas, por lo que Potter deberá eliminar los horrocruxes restantes para poder vencerlo. Los horrocruxes son objetos en los cuales un ser deposita fragmentos de su alma para convertirse en indestructible. A esta tarea se dedicaron los protagonistas en el film anterior, y aquí llegan al punto culminante. Quien conozca todas las películas deberá saber que la emoción estará a flor de piel desde el primer minuto y hasta el final. Totalmente alejado de los pequeños chistes infantiles de sus comienzos, esta entrega final ofrece un mundo adulto, oscuro y complejo. De la misma manera que la saga empezó con muchas presentaciones y explicaciones, acá debe concluir con todo lo expuesto, y eso resiente el ritmo. La búsqueda por cerrar bien la historia ofrece varios momentos anticlimáticos que le impiden alcanzar la calidad de los dos mejores films de la saga: El prisionero de Azkabán, dirigida por Alfonso Cuarón, y El cáliz de fuego, de Mike Newell, tercera y cuarta entrega de los films de Potter. Sin embargo, ver Harry Potter y las reliquias de la muerte Parte 2 es ser testigo del desenlace de una historia enorme que ha marcado a más de una generación. Para muchos será la despedida de un referente, de un amigo, de un héroe de anteojos que se sobrepuso a todo y logró crecer delante de nuestros ojos y en la pantalla del cine. El lenguaje cinematográfico salvo en los dos films destacados- nunca fue particularmente brillante, aunque la saga es bastante digna y expone una mirada del mundo bastante coherente, seguramente heredado de los libros de Rowling.
En cuanto al epílogo, que transcurre diecinueve años después, echemos un manto de piedad sobre él y conservemos el plano de Harry, Hermione y Ron sobre el puente destruido de Hogwarts, como el verdadero final de la historia.