A SU MANERA
Según cómo y quién lo vea, Barney Panofsky puede resultar un caso perdido o un luchador incansable, un fracaso o una promesa, un artista o un productor mediocre, un idiota útil o un amigo incondicional. Según quién interprete y valore las circunstancias de su -a menudo- tormentosa vida, el hombre puede ser redimido o condenado. Por ejemplo, el detective que investigó el episodio en el cual perdió la vida su mejor amigo Boogie, lo considera un asesino y acaba de publicar un libro sobre el crimen que nunca pudo probar. Ese libro, que cuenta una historia que es la suya y, a la vez, es tan ajena, dispara los recuerdos del protagonista. En eso consiste, básicamente, El mundo según Barney (Barney´s version). No es un legado, una defensa, ni una reinvindicación. Es más bien el recorrido final de un hombre a través de los sucesos que lo marcaron. Una construcción de sí mismo, en el momento en que su memoria es todavía el principal asidero a una realidad que comienza a resultarle esquiva, frente a los primeros atisbos de una devastadora enfermedad mental. Su película íntima y personal.
A partir de este postulado, el film recorre las diferentes etapas de una vida que va de lo trágico a lo desopilante. La bohemia de una juventud cargada de excesos, el suicidio de su primer mujer, el fracaso de su segundo matrimonio, la conquista del amor de su vida y la familia soñada, y otra vez la pérdida… Todos los actores desfilan en ese particular teatro tal como él los ha visto y sentido. Claramente el relato no expresa la verdad; nunca podría hacerlo, cuando está teñido de impresiones y sentimientos, e impregnado de la más completa subjetividad. Más que un recuento de hechos, el espectador comparte la visión de Barney, el modo en que él ha percibido el mundo. Así es como su mente rememora con melancolía y pena a su primera esposa, con sarcasmo a la segunda de quien ni se menciona el nombre-, con indulgencia a su mejor amigo, con admiración a su padre y con infinito amor a la mujer de su vida.
La propuesta más interesante del trabajo de Richard J. Lewis (responsable de un buen número de capítulos de la serie C.S.I.) es, pues, la reflexión sobre el punto de vista; esa invalorable herramienta que permite filtrar las historias y narrarlas a través de una determinada mirada. El film opta por sumergirse de lleno en la visión del protagonista (así lo expresa desde su mismo título), y de ese modo gana intensidad y autenticidad. A su vez, dado que Barney (una brillante interpretación de Paul Giamatti) es un pintoresco antihéroe, que abraza sus vicios y repite sistemáticamente sus errores, pero no se victimiza por ello, la película ni siquiera roza el discurso aleccionador. En suma, la noción subyacente es que la realidad no admite una única interpretación, que habrá tantas como voces y representaciones existan. No por casualidad, todos los afectos de Barney ensayan la creación desde diferentes lugares, espacios y materiales: escritores, pintores, actores, locutores; todos están buscando el modo de expresar su idea sobre el mundo. No necesariamente la verdadera, mucho menos la definitiva; tan sólo una más, que merece ser escuchada. También Barney lo hace. Y ésta es su versión.