LAS MANCHAS
Freddie Quell (Joaquin Phoenix) el protagonista de The Master no es agradable. Su figura notoriamente encorvada es casi animal cuando se lo ve de lejos masturbándose frente al a playa. La guerra termina y él debe volver a la vida real. El examen psicológico que le hacen deja mucho que desear. Tanto por quienes se lo toman como sus respuestas. Nosotros lo sabemos, nos queda claro, su reinserción en la sociedad no será sencilla. En esos minutos el personaje queda definido, en ese prólogo no hay dudas de que se trata de un ser antisocial, sin chance alguna de integración. Anderson entonces decide que el primer trabajo que ese personaje tiene es el de fotógrafo en una gran tienda. De la inequívoca idea de la locura del personaje pasamos a fotografías tradicionales familiares, con luz y gestos de Estados Unidos de la post guerra. La idea de una sociedad bella y feliz, en retratos tan rígidos como inquietantes. Pero el fotógrafo es Freddie y como en el test de Rorschach que le tomaron al salir de la marina, la respuesta frente a esas imágenes es diferente a la de cualquiera. No es sorprendente que frente a esa sociedad que intenta mostrar belleza, bienestar y orden, Freddie termine respondiendo con inquietante violencia. Su posibilidad de integrarse una vez más se deshace. Incluso su pareja sexual ocasional, una modelo que ofrece vestidos en la misma tienda, queda en el camino.
Desamparado, desclasado, incluso de un trabajo mucho más proletario y marginal en el campo del cual sale corriendo, Freddie va sin rumbo. Un dato muy interesante. Ambos trabajos son perdidos por figuras que podrían representar una figura paterna. En la tienda se pelea con un señor de mayor edad y figura formal y solemne que lo termina corriendo a golpes. Y en el campo le da alcohol clandestino a un anciano que Freddie dice le recuerda su padre. Esa búsqueda y pelea con la figura paterna, y esa búsqueda también de un lugar en el mundo lo llevarán a un espacio tan inestable con el del comienzo: un barco. Pero en ese barco aparecerá un padre en la figura de un líder religioso llamado Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman).
Lascaster Dodd es la cabeza de un grupo autodenominado La causa. Mucho se ha escrito acerca de que The Master se basa en la vida y obra L. Ron Hubbard, escritor de ciencia ficción y fundador de la Cienciología. Como aquella apuesta que hiciera Orson Welles en El ciudadano al elegir a William Randolph Hearst como modelo de base, Paul Thomas Anderson elige una figura controversial para construir su película. A pesar de varias similitudes, el film no se centra en esta idea como motor de sus temas. Reducir a The Master como una crítica de la Cienciología es como reducir a El ciudadano a una crítica a Hearst y el manejo de los medios. Ambas películas, por suerte, incluyen eso, pero van mucho más allá. Ambos protagonistas sí, hay que decirlo, tienen muy poca tolerancia a las críticas exteriores. Y el sistema de Kane es a través de empresas, de objetos, mientras que el de Dodd es a partir ideas.
La vigorosa y decidida puesta en escena de Paul Thomas Anderson de todos sus films se confirma y se potencia aquí. La belleza de los encuadres es arrebatadora. Y aunque se trata de un largometraje que posee gran sordidez y se aferra a la imperfección (notoria imperfección) de los rostros y los cuerpos de las personas, hay belleza aun en eso. Aunque tiene muchos momentos claustrofóbicos propios de su cine, Anderson se luce acá en la forma en la que filma exteriores. Su paleta de colores es amplia subyugante, cada escena tiene vida propia. El trabajo de fotografía y de encuadre es intenso y minucioso. Como también nos tiene acostumbrados, la potencia narrativa es excesiva. Las escenas crecen en violencia física pero sobre todo psicológica. El espectador no podrá estar jamás relajado en las más de dos horas de película. La tensión es casi la marca de fábrica de Anderson.
Al igual que en Petróleo sangriento la relación padre hijo es parte fundamental de la trama. Así como también las conductas enfrentadas entre ambos protagonistas. Paul Thomas Anderson muestra en sus personajes que la pulsión más primitiva del ser humano no puede ser aplacada por la civilización. Tal vez sí para la mayoría de las personas hasta cierto punto, pero no para aquellos que él elige retratar y que son, de alguna manera, muestra de la condición humana en general. Aunque los rodeé un mundo un poco más ordenado, o falso, o capaz de conducirse de forma civilizada, los personajes de Anderson explotan tarde o temprano. En Embriagado de amor el protagonista tiene explosiones de violencia sin consecuencias del todo graves. En un momento le pregunta a su cuñado acerca de consultar a un psiquiatra. Su angustia es porque no sabe si el resto de la gente es como él. Argumenta que él no conoce a otra gente. En The Master el protagonista siente esa soledad, esa conducta aislada que choca siempre al confrontarse con el mundo a su alrededor. Pero Freddie, lo termine de entender o no, es incapaz de integrarse al mundo. Lo perturbador que es aun sabiendo eso nosotros lo vemos interactuar con otras personas a lo largo de la historia, esperando el momento del desastre.
La mujer que el ha esperado y ha mantenido en su memoria, Doris, ya se ha casado años más tarde cuando Freddie va a buscarla. Se ha casado con un hombre apellidado Day. Freddie sonríe al descubrir que ahora, casada, ella se llama Doris Day. Más allá de los matices y lecturas que hagamos de la carrera de Doris Day hoy, hay que decir que para el imaginario popular ella representa la forma más amable, lavada y feliz de la vida. Ambientada al comienzo de la década del 50, The Master exacerba aun más el contexto su tensión entre el Sueño americano y una realidad más sórdida, más violenta, más salvaje. Realidad que hasta el propio cine de Hollywood de esa década había entendido perfectamente, pero que no se exponía con tanta crudeza desde hacía bastante tiempo. Las criaturas deformes, ambiguas, complejas de Paul Thomas Anderson suelen vivir en momentos de gran tensión, chocando de frente contra su propia naturaleza. En Boggie Nights la idea de retratar ascenso y caída del cine pornográfico en su período histórico más importante, es la manera de llevar este enfrentamiento entre el deber ser que imponen las sociedades y las conductas humanas ingobernables. La sexualidad ocupa un lugar muy importante en The Master, ya que abre y cierra con sexo y el sexo está a lo largo de toda la trama.