CORRER PARA VIVIR
Rush tiene una historia perfecta. O al menos un punto de partida ideal para una película. El año, 1976; el ámbito, la Fórmula 1. La película arranca con una carrera en particular, una que iba a entrar en la historia más escalofriante de las competencias internacionales. Los personajes protagónicos son los famosos corredores Niki Lauda y James Hunt. La historia que les tocó protagonizar es tan extraordinaria que sin duda estaba destinada a ser una película fuera de serie. Pero no es cuestión simplemente de contar esa historia. La estructura del relato y un gran guión le dan sentido a la película. Y del director Ron Howard se pueden decir muchas cosas, pero nadie lo calificaría de autor personal. Pero su carrera es, de todas formas, una de las más importantes del cine contemporáneo. Ha hecho películas que ya son clásicos y ha hecho películas realmente muy malas. Rush es la prueba de que se pueden combinar los elementos adecuados en el cine industrial y llegar a resultados excelentes. Tal vez no sea muy tranquilizador para los cultores más duros de la teoría de autor, pero lo que realmente importa es el resultado.
Rush tal vez se tome alguna o muchas licencias poéticas, no me interesa saberlo, pero sus dos personajes protagónicos son extraordinarios. El irresponsable y atorrante, pero igualmente talentoso James Hunt (Chris Hemsworth) y el ultra profesional, metódico y obsesivo de Niki Lauda (Daniel Brühl) son los complementos perfectos para una lucha a lo largo de un inolvidable año de competencia en la Fórmula 1 internacional. Aunque la película se rinde a la evidencia de que el enorme Lauda es mejor corredor, igual se encarga de generar un respeto por ambos personajes. La forma en que reivindica a Hunt es prueba de ello. Porque más allá de los hechos reales, la película busca retratar a dos gigantes. A dos deportistas que veían el mundo de forma distinta pero que amaban profundamente la competencia. Rush es una película apasionante y apasionada. Y un relato que cree en la nobleza de sus personajes. Contra todo cinismo o distancia irónica, pero también contra la chatura obsecuente de mucho biopic que da vueltas por ahí. Por todo esto, por un reconstrucción de época perfecta y funcional y porque es entretenimiento puro, Rush no es tan solo uno de los mejores films del 2013, sino que es, además, la mejor película de Ron Howard.