El megalodón o megalodonte (Carcharodon megalodon o Carcharocles megalodon), nombre que significa “diente grande”, es una especie extinta de tiburón que vivió hace entre 19,8 y 2,6 millones de años, aproximadamente. Algunas apariciones en algunas películas de bajo presupuesto le han permitido volver a la vida en la ficción pero claramente este estreno es el que lo ubica en la primera línea del cine actual. Este tiburón gigante es un material atractivo para el cine, siempre interesado por monstruos gigantes y animales prehistóricos. Muchas horas de entretenimiento y felicidad cinéfila está vinculada a estas criaturas.
La historia gira en torno a una base marítima dedicada a la exploración de las profundidades del océano. Un multimillonario financia una investigación que busca probar que la profundidad del océano es mayor a la conocida. Con el hallazgo de que realmente es así, vendrá el descubrimiento de una criatura monstruosa que se convertirá en cazador de los exploradores. Cuando los exploradores queden atrapados en esa profundidad, la única solución será llamar a un especialista en rescates, Jonas Taylor (Jason Statham). Jonas está retirado, porque en su última misión no pudo salvar a todos los atrapados y nadie aceptó su teoría de un monstruo marino.
Los expertos de la base, algunos ex compañeros de Jonas, deberán buscar la manera de salvar a sus compañeros y decidir qué harán con el peligroso descubrimiento científico. Un poco de todos los grandes films del cine catástrofe aparece en el guión, como era de esperarse, pero desde el nombre el nombre del protagonista, Jonas, las citas se multiplican de forma abierta o sutil a lo largo de la trama. Jonas y la ballena, el relato bíblico, contaba una historia donde el protagonista fallaba en su misión, huía de ella, y debía pagar arrojándose al mar, siendo tragado por un enorme monstruo marino, una ballena. Luego era perdonado y la ballena lo vomitaba. Si pensamos que el Jonas de la película es acusado de fallar en su misión también, las similitudes no son casuales. Sin embargo, y para ser estrictos, no hay nada religioso en la película y hay muchas estructuras iguales en la historia del cine.
Un gran héroe de acción, un monstruo espectacular, un equipo que lo acompaña (y que incluye a la hija de la heroína, una joven experta en exploración marítima y tiburones) sin perderse ni un solo tópico del género. El problema de la película es que su desequilibrio se impone por encima de todo. Varias escenas interesantes y con tensión, se suceden sin lograr que ninguna sea realmente memorable, al menos hasta el final. La película plantea tres territorios de combate que van desde el fondo recién descubierto del océano a la superficie del mismo. Pero a todas les falta una conexión fluida, todas podrían ser la última escena, lo que descoloca al espectador con este constante efecto anti climático. En la fundamental decisión de si la película va a ser delirante o seria, tampoco encuentra la manera de resolverlo, empezando con mucha solemnidad y terminando al final con algunos toques de humor y absurdo. Esto suena incoherente dentro de una trama que se alarga por su falta de fluidez. Hay, como corresponde, un homenaje a Tiburón (Jaws, 1975) de Steven Spielberg, porque es casi como un diezmo que debe pagársele al maestro. A pesar de sus buenos momentos aislados, la película no termina de armarse e incluso está desaprovechado Statham como héroe físico. Solo al final tiene un par de escenas memorables para que el actor pueda lucirse en lo que más sabe.