El 31 de agosto se estrenó la temporada 2 de Ozark, una serie original de Netflix. Veinte capítulos en total hasta ahora y la posibilidad de seguir adelante. En julio del 2017 se estrenó la primera temporada. Al uso de la mayoría de las series de Netflix se estrenaron los diez episodios iniciales juntos y un año y dos meses más tarde los siguientes diez. Esta manera de estrenar series se ha vuelto algo común en la actualidad, pero no a todas las series le sienta bien. A pesar de la información repetida que se reparte a lo largo de los episodios, lo cierto es que gran parte de lo que ocurrió hace más de un año queda demasiado lejos en la memoria del espectador.
Aquella temporada arrancaba con Marty Bride (Jason Bateman) un asesor financiero de Chicago cuyo socio traiciona un importante cartel mexicano para el que lavaban dinero. El éxito económico de Bride convive con el fracaso de su matrimonio y los conflictos con sus hijos. Su socio Bruce Liddell le había dicho que se alejara de la gran ciudad y buscara un lugar más tranquilo, como la zona junto al lago Ozark, en Misuri. Con ese folleto al que no le presta atención en el bolsillo, Bride está a punto de ser asesinado por el segundo cartel de droga más importante de México. La inteligencia y la astucia de Bride permite convencer a sus ejecutores de que le perdonen la vida, que él conoce un sistema para lavar dinero mejor que en cualquier otro lugar. Le dan entonces a Bride la oportunidad de devolver todo el dinero robado, aunque ese es será solo el comienzo. Byrde deberá instalarse en Ozark. Con la crisis matrimonial aun presente, Martin Byrde y su esposa Wendy Byrde (Laura Linney) llevan de un día para el otro a sus hijos Charlotte (Sofia Hublitz) y Jonah (Skylar Gaertner) para buscar la manera de iniciar negocios sucios que le permitan lavar dinero y a mantenerse con vida.
En la nueva comunidad se encontrarán con todo tipo de problemas, intereses de delincuentes, políticos y hasta líderes religiosos. La comunidad desconfía de ellos y la búsqueda desesperada de alianzas es parte fundamental de la serie. De forma forzada pero finalmente efectiva para el drama, los Byrde consiguen una casa a buen precio pero con una salvedad: el dueño es un anciano moribundo, Buddy Dyker (el legendario actor Harris Yulin), que como única condición pide que le permitan seguir viviendo en el lugar sus últimos días.
Se agregan personajes, algunos mejores que otros, y toda la temporada uno consiste en los acuerdos, alianzas y peleas de los Byrde con sus enemigos y amigos siempre bajo la mirada del cartel de drogas. Los movimientos llaman la atención del FBI por supuesto, y los conflictos van dejando una estela de muertos a lo largo de los capítulos. La serie lograba marcar la diferencia por su tono y estilo. Su protagonista, productor y director de varios de sus capítulos, Jason Bateman, parece establecer la clase de serie que es. De una sobriedad absoluta, la serie consigue marcar drama y tensión sin demasiadas escenas de violencia y sin golpes de efecto al final de cada capítulo al estilo de las series más efectistas. Estéticamente la serie tiene una paleta de colores fríos que remarca el distanciamiento que también la serie posee.
Si la temporada uno fue una sorpresa, la segunda adolece de cierta repetición. Las series, casi todas ellas, tienen limitaciones para mantener la perfección narrativa y el interés de los espectadores. Mientras que las películas deben ser realmente buenas, muchas veces las series se conforman con ir encontrando novedades que permitan prolongar su historia de forma excesiva pero sin que el espectador sienta que está siendo engañado. Ozark, y tal vez ninguna serie actual, no necesita veinte horas para contar lo que cuenta. Veinte horas son demasiadas y es un poco abusivo que las series actuales busquen ya no solo contar las historias de forma prolongada sino que además deban verse sin saltearse capítulos porque se pierde la continuidad. En el tiempo que se tarda en ver una temporada de estas series, se pueden ver cinco obras maestras del cine. Aunque son dos formas distintas de relato audiovisual, lo cierto es que cualquier serie que no mantenga el nivel inicial, debería ser abandonada. Ozark es una serie clásica, con mínimos trucos de modernidad y con una gran elegancia narrativa. Pero los personajes van perdiendo interés y se van volviendo cada vez menos agradables para seguir sus desventuras.
Hubo una época de las series en la cual todos los conflictos de pareja, familiares y laborales, se resolvían en formato de comedia dramática. Hoy hay series como Ozark que además de ser un policial de lavado de dinero del narcotráfico muestra los problemas de la pareja, la familia y la comunidad. Dos temporadas han sido suficientes para entender que la serie tal vez cumplió su ciclo. La trama policial y la trama familiar, que han convivido sin problemas, se alargan demasiado y hoy ya se han convertido en rutina. Nadie merece seguir perdiendo el tiempo cuando las series ya no tienen la excelencia que prometieron en un comienzo.