A Dalmiro (César Bordón) la inesperada muerte de su hermano lo enfrenta a una serie de responsabilidades que no tenía pensadas. Tiene que ocuparse de sus sobrinos, su cuñada, y una serie de deudas económicas y emocionales que tendrán que resolver de un día para el otro. Aunque la película parece ubicarse en un espacio de medianía sin demasiado brillo al comienzo, poco a poco encuentra su tono y se vuelve más interesante. Este personaje no es ni un héroe ni un villano, simplemente busca la manera de hacer lo mejor que puede con las circunstancias que tiene frente a él.
Un actor conocido, pero siempre secundario, como César Bordón, encuentra aquí la posibilidad de lucirse con un protagónico que aprovecha al máximo. Con sobriedad pero con mucha presencia, es el corazón mismo de la película. A medida que la rutina de Dalmiro comienza a trastocarse, aparece al mismo tiempo una humanidad una nobleza tan sencilla como gigantesca. Un gran personaje con una película a su altura.