Aunque como en toda serie actual la narración tiene a prolongarse demasiado, el comienzo de The Umbrella Academy es efectivo, veloz y atrapante. Arranca en la Unión Soviética en 1989, en un natatorio, donde una joven da a luz de forma sorpresiva. ¿Qué tan sorpresiva? No estaba embarazada unos minutos antes. No se trata de un fenómeno aislado, sino que cuarenta y tres mujeres ese mismo día, en todo el mundo, protagonizaron el mismo episodio. Sir Reginald Hargreeves, multimillonario excéntrico (¿los hay de otra clase en la ficción?) y aventurero decide buscar y adoptar al mayor número de ellos, consiguiendo concretar su proyecto solo con siete de ellos.
A partir de allí iremos conociendo a cada uno de esos hijos adoptivos, cada uno con un poder especial o una particularidad que lo convierte en un ser extraordinario. Pero el tiempo ha pasado y no se han convertido en superhéroes, incluso cabe preguntarse si habita en ellos alguna clase de heroísmo. Gran mérito de la serie es que todos los personajes son interesantes, todos son originales, todos terminan encontrando una vuelta que hace que nos importe su destino.
Estos hermanos completamente alejados entre sí se vuelven a reunir cuando les avisan de la muerte de su padre adoptivo, todo esto ocurre en las primeras escenas que, como ya dijimos, son de una gran efectividad narrativa. La reunión irá revelando misterios poco a poco, cuando comiencen las sorpresas y las novedades. La reunión no es solo familiar, al parecer el destino del mundo está en juego y sólo ellos podrán hacer algo para cambiarlo.
La presentación de la serie y sus personajes funciona, no solo con los principales sino también con los secundarios. Sin llegar a la ambiciosa mirada de Sense 8 y sin vivir dentro del mundo de los superhéroes como X-Men, The Umbrella Academy muestra similitudes con ambas historias. También asoma un homenaje a The Breakfast Club y un plano sacado de The Ladies Man de Jerry Lewis, entre las habituales referencias que todos tienen en la actualidad. Varios ya han dicho que también se conecta con Wes Anderson, en particular con Los excéntricos Tenenbaums. Mal resumida la serie sería una combinación entre esta película y los X-Men, pero eso sería, en serio, resumirla mal, porque hay muchas más novedades y sorpresas que la vuelven original.
La falencia de la serie tal vez tenga que ver con una de sus mayores virtudes. La banda de sonido es absurdamente descomunal, hermosa, digna de una playlist para escuchar una y otra vez. Pero narrativamente esto no es un gran aporte, aunque levante varias escenas. El problema es cuando esas canciones arman la escena y no son solo una parte. Momentos de videoclip para juntar a los personajes, muchas veces con un efecto cómico o irónico, se repiten demasiadas veces como para no volverse previsibles. Es posible que a la serie la beneficie el ver no más de un capítulo al día, para no adivinarle tan fácilmente su estructura y sus trucos, para descansar un poco de ella.
La combinación de humor, violencia, fantasía y emoción tiende a funcionar pero termina alargándose, un mal casi inevitable de las series actuales. Aun así, las posibilidades de la serie son enormes, aunque se basen en un texto previo. Y también queda claro que no es igual a las muchas (¿Demasiadas?) adaptaciones de comics que Netflix ha encarado en estos años.