Soy un gran admirador del cine de Tim Burton y me gustan casi todas sus películas, pero es posible que luego de Big Fish (2003) su cine haya cambiado. Desde entonces hizo cosas buenas y no tan buenas, pero ya no son lo mismo de su primera etapa. Aunque uno abrace la teoría de autor y haga un enorme esfuerzo por aferrarse a los temas y el estilo del director, hay algo de imitación más que de personalidad y sus películas tienden a ser una versión menos original que sus títulos anteriores al año 2000. Con la admiración por su cine he buscado en cada nuevo título algo rescatable, porque en definitiva sigue siendo un autor personal, con temas y estética que le pertenecen. De todos los cineastas del mundo, es posible que Burton sea uno de los más identificables.
Dumbo es un nuevo paso en esa tensión entre la imitación –es una remake de un súper clásico de Walt Disney- y el universo de Tim Burton. La película queda atrapada entre ambos mundos. Si no conociéramos la historia del director de El hombre manos de tijera se podría hacer una interpretación de la historia y si uno le aplica la teoría de autor más un poco de análisis biográfico se podría encontrar otras cosas. Vamos por partes.
Dumbo es la historia de un circo, la historia de los diferentes, los desclasados, los que sueñan con entretener y arman una familia de deformes, lo que se llama fenómenos de circo. Es el mundo de aquella película definitiva llamada Freaks (1932) de Tod Browning, película sin la cual la historia del cine hoy sería diferente, al menos en cuanto a la representación de esta clase de personajes. Los deformes, los excluidos son también el centro de Frankenstein (1931) de James Whale. Entre Freaks y Frankenstein está Tim Burton. Dumbo, el pequeño elefante cuya deformes orejas lo hacen motivo de burla y discriminación, es un personaje de Tim Burton. Es el pingüino de Batman vuelve, es Edward de El joven manos de tijera, es Tim Burton dibujando personajes deformes al comienzo de su carrera, trabajando para… sí, los estudios Disney.
Pero como esos personajes, Dumbo, es deforme y a la vez extraordinario, superior, destinado a la grandeza. A veces fracasan, a veces triunfan, finalmente quedan fuera de la sociedad. Lo mejor de la película Dumbo es eso. Lo que conocemos en Burton pero que podríamos reconocer aunque no supiéramos que él dirigió la película. Dumbo, basada en un clásico tan querido, posee bastante oscuridad, pero no puede evitar un poco de luz, porque no deja de ser una película inspirada en un clásico infantil. No se parece mucho a la película de 1941, por suerte, y no vale la pena la comparación. Se agradecen algunos pequeños homenajes, en particular la escena que evoca al maravilloso segmento Pink Elephants on Parade. Ambos films son independientes, no se necesita saber nada del original.
Si no estuviera producida por los estudios Disney, la única certeza que tiene la película de Tim Burton es la de ser una película contra Walt Disney. V.A. Vandevere es un millonario que quiere explotar al pobre Dumbo, convertirlo en un negocio en su gigantesco parque. Burton, que tiene un historial de tensión con Disney, hace años que hace películas para Disney, difícil creer que esté hablando contra alguien que admira, aunque tal evoque la libertad de estar entre los suyos en lugar de hacer el show para esa cruel maquinaria comercial que es Dreamland, el parque de Vandevere inspirado en Disneyland.
Pero Dumbo es más que un elefante, es también el mundo del circo. Una familia unida por la marginalidad y también por el afecto. Igual a la de Ed Wood, otra gran película de Tim Burton. Sin duda el director tiene ideas, oficio, hay grandes actores y mucha producción, pero la emoción no asoma y todo queda un poco distante y frío, cuesta acercarse a estos personajes, algo que no ocurría antes con las películas de Tim Burton. El elefante de esa película no consigue la ternura de los clásicos de Disney tampoco. Ni Disney ni Burton, solo una prolija película esperemos que al menos no caiga en la tentación de las secuelas.