La llorona es una leyenda de origen mexicano que se ha extendido por toda Latinoamérica. Es una historia que tiene paralelos en otras historias en diferentes partes del mundo. Esta película de terror toma esa leyenda como centro para su historia. Una mujer que ha asesinado a sus hijos para vengarse de su marido infiel, vaga como un alma en pena buscando adueñarse de otros niños. Al haber ahogado a sus hijos en un río, y por sus lágrimas, es a través del agua que ella hace sus apariciones. Lo primero que se percibe de ella es su llanto.
Año 1973. Anna, una trabajadora social, que acaba de enviudar de un policía, vive con sus dos hijos y hace lo posible para volver a organizar su vida. Pero en uno de sus casos toma una decisión que lo cambia todo. Al visitar a una madre que no ha reportado a la asistencia, descubre que ella los tiene encerrados con candado en un cuarto. Naturalmente, Anna libera a los chicos y los lleva a un hospicio, pero esa noche ambos aparecen muertos. La madre acusa a Anna de ser la culpable de habérselos dejado a la llorona, y le dice que ahora el espectro irá por los hijos de Anna.
La maldición de la llorona pertenece al universo de El conjuro, algo que tiene valor cero y que no afecta en nada a la trama. Tal vez solo importa para tener en cuenta que, como en aquel film, lo que se busca es un terror de la vieja escuela, con herramientas nobles del género. Y, aun con sus limitaciones, esta película respeta ese espíritu.
La maldición de la llorona está narrada de forma prolija, todo está presentado con clasicismo, desde el prólogo hasta el desenlace. Los actores son buenos y los efectos especiales nunca se vuelven disparatados o pasados de tono. Un inesperado sentido del humor le da un toque extra que la termina de convertir en una película digna, sin aspirar a más.