Vigilia en agosto es uno de esos relatos donde la protagonista no sabe en quien confiar y donde el mundo que la rodea más que contenerla parece asfixiarla. Como en El bebé de Rosemary o La mujer sin cabeza, la pregunta de la película es si ella podrá salir de ese mundo en algún momento o si se resignará a ser parte. Faltan pocos días para que Magda se case y sus dudas se materializan en situaciones y eventos que rodean a su novio. A cada minuto le cuesta más negar la realidad y la sensación de peligro crece.
Qué la historia sea interesante no indica necesariamente que la película finalmente esté bien. Las situaciones no permiten que se genere empatía o algún tipo de angustia en el espectador. Nunca llegan los personajes y las actuaciones permiten que entremos en ese mundo. Esa distancia no es buscada, sino una limitación de la puesta en escena y la construcción de todo el film.