Antes de pasar a la crítica de la película, algunas cuestiones sobre las declaraciones del equipo realizador.
La forma de las horas de Paula de Luque se estrena con una campaña cuyo mayor énfasis está puesto en que la película fue hecha sin aportes del INCAA. A los espectadores esto les importa poco y nada y de hecho tienen razón. ¿Qué mérito artístico tiene que una película se financie con tal o cual aporte económico? Pero como los que hicieron la película insistieron mucho con ello, muchas críticas destacan esto y lo ven como algo que invita a tener piedad o respeto por la película. La directora, por su parte, hizo su pequeña campaña diciendo que durante la gestión actual del INCAA se ha vuelto cada día más difícil hacer cine, que “estamos frente a una emergencia cultural” declaró Paula De Luque.
Es un buen momento para recordar que durante el gobierno anterior al actual, Paula De Luque dirigió dos largometrajes. Juan y Eva (2011), que contaba el surgimiento de la relación entre Juan Domingo Perón y Eva Duarte, y el documental Néstor Kirchner, la película. Sobre la obsecuencia con el poder que podría suponer Juan y Eva no hay nada para agregar. Si bien esta realización coincidió con una época de festejo del peronismo y un intento de asociación de la pareja de Perón y Duarte con la de Kirchner y Fernández de Kirchner, la película tenía vida propia y podía ser tomada como un genuino proyecto cinematográfico. En cuanto a Néstor Kirchner: la película la cosa es muy diferente. Cuando el infame y absurdo proyecto de propaganda producido por Luis Fernando Navarro y Jorge Devoto con un abultado presupuesto y apoyo del INCAA ridículo se quedó sin director, Paula De Luque aceptó ser la empleada que llevó a puerto este film. Adrián Caetano hizo una versión que no gustó por no ser lo suficientemente lavada y obsecuente y se hizo esta nueva versión dirigida por Paula De Luque. La película no solo es un papelón cinematográfico, también es una página negra dentro de la propaganda del cine nacional. Pre-estrenada en el Luna Park, con una fiesta oficialista sin precedentes, Néstor Kirchner: la película representa el uso y abuso de los recursos del INCAA más el clientelismo expresado por diferentes militantes e intendencias que compraron cantidades de entradas para forzar un éxito en una película que, además de todo, era cinematográficamente pobre y fea. Por eso no sorprende que la directora vea con malos ojos una gestión donde ya no se pueden hacer estas barbaridades.
Pero si el llanto y el chantaje emocional de decir que se hizo la película a pulmón no deben ser tomados para hablar forzadamente a favor, tampoco debe ser usado en dirección contraria. Obras maestras y porquerías absolutas han sido hechas sin aportes del INCAA. Claro que tales declaraciones dejan a la directora y al equipo listos para una nueva gestión donde seguramente no les faltará eso que tanto reclaman, lo merezcan o no. Pasemos a la película, ajena en su contenido a toda esta situación política.
La forma de las horas es la historia de una separación, de un final, de un cierre. Una pareja se reencuentra luego de un año de haberse separado y pasa un día en la casa donde vivieron y formaron una familia. Son veinticuatro horas que se ven y se viven como mucho más. El desgarro y el dolor de lo que ya no es, la aceptación de que todo ha terminado. Temas de varios films a lo largo de la historias del cine, cosa comprensible teniendo en cuenta la universalidad del tema.
La película apuesta al drama solemne de principio a fin. Con algunas metáforas incomprensibles que suponen una intención artística más allá de la literalidad naturalista que la historia supone. Cuando no hay complejidad ni profundidad visual, es difícil tomarse en serio los recursos forzadamente serios, la música grave que está a medio camino entre una película europea de la década del setenta y una publicidad televisiva de cualquier época. Como un salvavidas inesperado pero no sorpresivo, aparece Julieta Díaz, cuya actuación es lo único para tomarse en serio aquí. Hay más matices en ella que en el guión, más complejidad en su mirada que en los aburridos planos de playa y la mencionada música. Y hay más humanidad en el dolor que expresa que las imposibles escenas de danza ejecutadas por Paula Robles. Lamentablemente no alcanza con la actriz, mucho menos cuando a su lado hay un rostro inexpresivo como el de Jean Pierre Noher. El actor, que a veces funciona como actor secundario de comedias, acá se queda muy lejos de lo que se necesita para dar un mínimo de calidad al largometraje.