Sara vive junto a su pequeña hija Olivia en una zona rural de Entre Ríos, al lado de unos campos de soja, y trabaja en una granja cercana. La niña comienza a presentar problemas de salud debido a los pesticidas usados en los campos, y el médico del pueblo le sugiere ir a Buenos Aires para que le haga unos estudios. Sara va a los campos a quejarse, pero la ignoran; intenta hacer una denuncia policial y no se la toman. Para pagarse el viaje, accede a llevar unas drogas a la ciudad.
Algunos buenos momentos de tensión no alcanza para permitir que el didactismo de la trama termine arrastrando las posibles sutilezas que la historia podía tener. No se trata de un error, sin duda el realizador quiso no ser ambiguo ni sutil y prefirió que el discurso fuera claro y contundente. El que sale peor parado en todo esto es el cine.