Entre las cinco películas nominadas al Oscar al mejor largometraje de animación apareció este año un film francés llamado Perdí mi cuerpo (J´aim perdu mon corps). Largometraje de animación es una categoría donde pueden aparecer sorpresas y títulos poco conocidos. En el caso de Perdí mi cuerpo se trata de un film que obtuvo muchos premios previamente a esta nominación y actualmente se encuentra disponible en Netflix.
Varios títulos franceses de animación han formado parte de distintas temporadas de premios. Producciones propias y coproducciones han tenido más prestigio que popularidad. Asociado a un cine de autor más personal y no a grandes títulos taquilleros, las películas de animación francesa, incluso las exitosas, han sido rodeadas por el favor de la crítica y los premios. En un mundo dominado por la animación de Estados Unidos, Francia ocupó una vez más el rol de cine de calidad. Todo esto a priori, porque Francia hace bodrios de animación con la misma certeza con la que hace grandes películas.
Perdí mi cuerpo, sin embargo, tiene muchos elementos singulares que impiden se la encasille fácilmente. Aunque no es particularmente terrible, Perdí mi cuerpo es un film para adultos. No solo por algunas escenas truculentas, sino por su complejidad a la hora de reflexionar sobre la condición humana y la dureza de sus temas.
La estructura de la película es de gran complejidad también. Luego de un flashback en la infancia del protagonista saltamos a la heladera de un hospital donde una mano sale de una bolsa donde estaba atrapada y huye. Sí, una mano sola. La película irá desde el pasado del protagonista y el presente de esa mano una y otra vez. Una aventura descomunal, teniendo en cuenta lo difícil que es ir por el mundo siendo solamente una mano. Por supuesto que para ver todo esto se necesita tener sentido del humor, porque es un poco gracioso. Con los minutos la mano será tan importante para nosotros como cualquier protagonista y seguiremos sus aventuras de forma apasionada. Por momentos esos esfuerzos incomparables recuerdan al personaje principal de El increíble hombre menguante (1953) de Jack Arnold.
¿Por qué nos muestran esos flashbacks en blanco y negro de un niño que deducimos es el protagonista de la historia? ¿Y a quién le pertenece esa mano aventura que no se rinde antes nada? Todo hace pensar que al joven Naoufel, el protagonista de la historia, el joven que sobrevive en París trabajando de delivery. ¿Pero cómo ese joven del delivery puede ser el mismo que soñaba con conocer el mundo entero? El niño en blanco y negro, Naoufel y la mano son las tres puntas de la película.
El joven resignado y rendido encuentra, sin embargo, una joven que lo inspira y le despierta nuevamente el deseo. La sordidez y la crueldad de la realidad se ven compensadas por la belleza de la película y del universo de los protagonistas. Mil ideas tiene la película. Al drama romántico le suma la aventura en estado puro, la ciencia ficción, tal vez algo de terror, todo en un envase que funciona y emociona.
Aunque en el fondo la animación es un género que tiene menos marca de nacionalidad que otros, la estética de Perdí mi cuerpo tiene mucho de cine japonés. Algo del delirio y la melancolía japonesa le dan a la película algo de corazón, dejando atrás cierta frialdad y distancia muy habitual en los films de animación franceses. Su originalidad es evidente y la estructura de tres niveles la convierte en una película divertida y estimulante de ver, con un gran corazón, una historia de soledad en el mundo contemporáneo.