Rumbo al mar es una road movie argentina protagonizada por Santiago Bal y Federico Bal, padre e hijo en la vida real, al igual que en la película. El padre anciano recibe la noticia que le queda solo un mes de vida y decide emprender un viaje en moto con su hijo, desde Tucumán a Mar del Plata, para conocer el mar. Julio (Santiago Bal) es viudo y aunque su hija Laura (Anita Martínez) que lo ha cuidado siempre desea que busque otro médico, Julio elige a Marcos (Federico Bal) para que lo lleve en moto a través de gran parte del territorio argentino. En el camino, padre e hijo podrán recuperar el tiempo perdido de una relación que ha sido más bien distante.
La historia es completamente clásica y los aportes que se hacen para que se vea como algo nuevo son nulos. Nada se ve nuevo en esta película. Los diálogos, las situaciones, las vueltas de tuerca, los chistes, todo se ve repetido y viejo, usado mil veces, gastado hace rato. La puesta en escena no ayuda demasiado y el exceso de drones para filmar todo desde las alturas deja de tener interés luego de un par de escenas iniciales.
Todo el interés del film es para el público que sabe quiénes son los protagonistas. Por un lado Santiago Bal, actor veterano de extensa carrera en cine, televisión y teatro. Actor, autor y director, cómico muy famoso durante varias décadas. Con varios hallazgos y rarezas dentro de una obra prolífica. Federico Bal es un carismático personaje mediático de televisión con trabajos en teatro y que ha comenzado ahora una carrera en cine. Conocer a ambos explica gran parte de la película y en eso radica su único interés.
Santiago Bal, como su personaje, estaba muy enfermo ya y de hecho murió en diciembre del 2019, a menos de dos meses del estreno de la película. Al final, una dedicatoria a él y unas fotos reales junto a Federico le dan una emoción extra cinematográfica a Rumbo al mar. El director no aprovecha la conexión entre ambos protagonistas, al filmar casi todos los diálogos en plano y contraplano. Santiago Bal está en casi todas las escenas del film y es él el único que produce emociones reales y momentos de humor. Si uno los conoce, los diálogos cobran otro significado. Santiago Bal se ve viejo y enfermo, más allá de su actuación. En cuanto a su hijo, Federico, el carisma podrá alcanzar para la televisión, pero no para el cine. Sus escenas sin Santiago son terribles. La película queda muy lejos de alcanzar un nivel aceptable.
Las arbitrariedades de la historia, los cortes abruptos, los saltos y cambios de rumbo están a la orden del día y, a diferencia de lo que ocurre con muchos films mediocres del cine industrial de otros países, se notan todos los huecos, los descuidos, la falta de rigor. Aunque la película no es aburridísima, tampoco se puede decir que la narración fluye naturalmente. Varias frases un poco incómodas para escuchar, una insistencia en la cita cinéfila poco creíble para el protagonista y un leve pero permanente tufillo misógino son puntos flojos de un film de despedida para un gran actor. La emoción tiene instantes en la mirada y los gestos de Santiago Bal, el resto no está a la altura y la película para quien no conoce la historia de sus protagonistas carece de cualquier interés.