Cine Clasico

Pánico en el Transiberiano

De: Eugenio Martin

En 1906, el profesor Saxton (Christopher Lee), un renombrado antropólogo británico, regresa a Europa en el Transiberiano desde China a Moscú. Con él lleva una caja que contiene los restos congelados de un humanoide prehistórico que descubrió en una cueva en Manchuria. Él espera que sea un eslabón perdido en la evolución humana. El doctor Wells (Peter Cushing), rival amistoso de Saxton y colega suyo en la Real Sociedad Geológica, también está a bordo pero viaja por separado. La historia comienza, como en las novelas del siglo XIX, como un diario de explorador. El dúo más conocido del cine de terror se vuelve a presentar en esta coproducción entre España y Gran Bretaña. La historia de ambos actores merece un capítulo aparte, pero primero la película.

Antes de que el tren salga de Shanghái un ladrón es encontrado muerto en la plataforma. Sus ojos se hallan completamente blancos. Un monje católico, el Padre Pujardov (Alberto de Mendoza), consejero espiritual del Conde polaco Marion Petrovski (George Rigaud) y la condesa Irina Petrovski (Silvia Tortosa), quienes también están esperando abordar el tren, advierte que el contenido de la caja que quiere trasladar Saxton está amenazado por una profecía. El afán de Saxton por mantener en secreto su descubrimiento científico despierta la sospecha del doctor Wells quien soborna a un portero para que investigue el contenido de la caja. El humanoide que está en su interior, fruto de la descongelación, se despierta y asesina al portero para después escaparse. Con el tren ya en movimiento, comienza una trama de terror y ciencia ficción llena de grandes momentos y varias sorpresas espectaculares.

El tren como locación para el cine de terror, policial o suspenso es perfecta. Pánico en el transiberiano (también conocida como Horror Express) aprovecha al máximo dos características del género: el encierro y el movimiento. Esto le da una acción permanente, claustrofóbica y asfixiante. Un elenco internacional con personajes bien exóticos le da color a la historia y la vuelve mucho más divertida. Para los espectadores argentinos, ver a Alberto De Mendoza y George Rigaud participar de este maravilloso juego desatado es un festín aparte. La historia, que no tiene ninguna timidez a la hora de alocarse con sus supuestas explicaciones científicas es una maravilla. La trama avanza con tanta velocidad y pasan tantas cosas, que no queda demasiado tiempo para darse cuenta del disparate que estamos viendo. El cine de terror europeo siempre fue así, pero la presencia de Cushing y Lee hace que el film remita directamente al estilo del estudio Hammer, donde ambos actores fueron las máximas estrellas. Un abonado del cine de terror europeo, el actor Telly Savalas, hace también un pequeño gran papel como jefe de los cosacos que suben al tren hacia el final del viaje.

La producción en español contó, para la versión internacional, un doblaje de todos los actores, excepto Peter Cushing, Christopher Lee y Telly Savalas, quienes utilizaron sus propias voces. En el rodaje ni siquiera intentaron grabar los diálogos debido a que en una versión u otra, el doblaje sería generalizado. Las secuencias de títulos también cambiaron según fuera versión para España o versión internacional. Era muy común, en el cine de género de aquellos años, el elenco internacional. A pesar de no tratarse de una superproducción, el ingenio artesanal de la película es destacable. Los efectos visuales de los ojos de la criatura y sus víctimas, el tren y todos sus movimientos y la escena final son una pequeña maravilla del viejo cine con efectos clásicos.

Pero una historia extra tiene la película y vale la pena contar. Christopher Lee y Peter Cushing fueron grandes amigos, además de colegas en muchas películas de terror y otros géneros. Más de una docena de films juntos en roles antagónicos los unieron como a pocos actores. Pero cuando llegó el rodaje de Pánico en el Transiberiano Peter Cushing acababa de enviudar. Su corazón estaba roto y no deseaba filmar ninguna película. La producción del film estaba en problemas, pero Christopher Lee lo convenció de que participara. Fue un rodaje muy duro para Cushing, lejos de las grandes producciones o de su casa. Por suerte Cushing y Lee aquí no debían ser antagonistas y en la película se tomaron el trabajo de darle al deprimido Cushing las mejores líneas de diálogo. Fue una experiencia ardua, pero Lee estuvo siempre con él, incluso compartieron cuarto durante el rodaje, lo que permitió que en los frecuentes ataques de pánico que Cushing tenía por las noches, su mejor amigo estuviera cerca. Ver la película sabiendo esto le da una emoción extra, aunque la química entre ambos es siempre un show digno de verse.

Eugenio Martín, con el seudónimo Gene Martin, dirigió este clásico de culto que no tuvo suerte en España pero sí en el resto de los países donde se estrenó. Una pequeña joya entretenida y desatada que nos regala varios momentos memorables. Por sus actores, por su historia, por sus efectos, por su originalidad y locura, Pánico en el transiberiano merece una revisión permanente, porque nunca defrauda o deja de divertir.