Para 1979 Jean-Paul Belmondo ya era una leyenda del cine mundial. No solo había conseguido enorme prestigio trabajando con varios de los maestros del cine francés, sino que además su éxito en taquilla era espectacular. Todavía le quedaba una seguidilla de éxitos memorables en la década del ochenta, incluso algunos de los más recordados de su prolífica filmografía.
Yo impongo mi ley a sangre y fuego (1979) es un título demasiado pesado para esta comedia policial que nunca se toma las cosas demasiado en serio. Flic ou voyou es el título original y en Estados Unidos se conoció como Cop or Hood. La historia es la de un hombre que llega a Niza para averiguar cómo murió su hermana prostituta en un doble asesinato que incluyó a un comisario de policía. Pero este hombre duro de nombre Cerruti, y que por supuesto interpreta Belmondo, parece esconder algún secreto. Nadie sabe realmente quien es, pero queda claro que se enfrentará a delincuentes y policías corruptos para resolver el caso.
A pesar de haber sido muy exitosa Yo impongo mi ley a sangre y fuego no es de las más conocidas de las películas de Jean-Paul Belmondo fuera de Francia, aunque no es tampoco una rareza olvidada. Sepultada por éxitos anteriores y en particular por los posteriores, esta divertida película es una muestra clara del perfil de estrella del actor. Belmondo está en su salsa. Pícaro, carismático a más no poder, seductor y gracioso. Pero también recio y duro cuando es necesario. Esto es Belmondo y esta es una película ideal para conocerlo.
Con este mismo director filmaría más películas, incluyendo El estafador (Le guignolo, 1980) y la inmensamente popular El profesional (Le professionnel, 1983).
La violencia y los asesinatos del film se equilibran con muchos momentos de comedia, todo filmado en la bella ciudad de Niza. Algunos secundarios de lujo para asegurar eficacia dramática y un espíritu juguetón que no abandona jamás la trama. No falta, claro, una buena persecución de autos a la europea, con calles pequeñas y autos bajando por escaleras, un clásico del cine francés. También es divertido ver como el protagonista se ausenta un rato de sus actividades normales, mata a alguien, prende fuego un bar… y luego sigue con su vida como si nada. Al igual que en las películas de Alfred Hitchcock, el amor y la pasión surgen sin problema aun cuando el protagonista tiene todo el aspecto de ser una persona peligrosa. El final de la película, jugando por última vez con trucos narrativos que utilizada desde la escena inicial, marca la ligereza y simpatía mencionada, más allá de cualquier crimen.