Tang Lung (Bruce Lee), un campesino chino, llega a Roma para ayudar a Chen Ching-Hua (Nora Miao) en la atención de un restaurante, sin embargo el establecimiento está siendo amenazado por la mafia local que pretende controlar el local. Al principio el rústico Tang no será tan bien recibido por el personal del establecimiento, pero cuando descubran su habilidad para las artes marciales se convertirá en su protector. A medida que se suceden enfrentamientos va subiendo la apuesta de los mafiosos y todo termina en uno de los momentos más espectaculares de la historia del género, cuando Bruce Lee se enfrenta a un rival que está a su altura.
Bruce Lee escribió, produjo, protagonizó y dirigió esta película de 1972 que muchos consideran la mejor y según comentó alguna vez su viuda era la favorita de él. Se la conoció en castellano como El furor del dragón o El regreso del dragón. La película tiene varios elementos para ser un clásico, así como algunas limitaciones raras, fuera de lugar. El comienzo es particularmente insólito por lo primitivo que es. Las escenas no tienen mucho sentido y el trabajo de doblaje seguramente afectó parte del resultado. No hubo sonido directo en la película. Pasada toda la escena del aeropuerto, donde entendemos que Tang no conoce nada de las grandes ciudades y es muy inocente, vamos a Roma, donde se suceden algunas situaciones cómicas incluyendo una mujer que lo lleva a su departamento. Aun con su indiscutible carisma, le falta mucho a ese prólogo para funcionar realmente.
Todo mejora cuando pasamos a las dos locaciones principales: el restaurante donde ocurrirán la mitad de las escenas y el callejón detrás del local donde tendremos varios momentos de peleas. Y claro, cuando empiezan las peleas empieza la película. Bruce Lee se convierte en una leyenda delante de nuestros ojos. Se nota que todo el film son las peleas y que es lo único que no ha quedado supeditado al azar. Todas las escenas de pelea están bien. Todas las escenas sin pelea están mal. El balance es positivo. Ver pelear a Bruce Lee a mano limpia o con nunchaku es un show memorable. La puesta en escena es para mostrar eso y nada más.
Pero la parte clave de la película es verlo pelear contra Colt, el personaje interpretado por Chuck Norris. No fue estrictamente el primer rol de Norris, pero sí el primero en el que figuró en los títulos. Además, su personaje es clave en la película. Como si todo The Way of the Dragon fuera planificada en Italia para esto, los dos personajes se encuentran en el Coliseo Romano. Norris está impecable en su rol de villano y ambos se enfrentarán en lo que muchos llamaron “El combate del siglo”. Claro que no está filmado en el Coliseo, solo las escenas previas. La pelea en sí misma está armada en otro lugar, pero queda muy bien cómo la armaron y resulta verosímil. Los expertos en artes marciales podrán evaluar mil detalles. La película presenta en los títulos del comienzo a Norris como “Siete veces campeón mundial de karate” una rareza total para presentar a un personaje en los títulos de un film.
Tang y Colt pelean y valió la pena la espera. Aunque todo el film tiene peleas con códigos, donde por el bien del género y de la imagen todos respetan su orden, la pelea final mano a mano resulta particularmente creíble para los no expertos. Lee y Norris se ven como rivales adecuados y dignos de enfrentarse. Además Lee le permite a Norris ser un peleador noble, valiente y aguerrido, no lo convierte en un villano vulgar o un cobarde, Colt va a hasta el final con todo lo que tiene. Ese respeto mutuo queda muy bien en la pantalla. El Coliseo como marco de la pelea no podría ser superado. Hoy con la tecnología tal vez se podría haber trucado aún más el fondo, pero no hay nada que objetarle a la elección del Bruce Lee porque uno puede concentrarse en lo que importa. A la pelea le queda incluso un pequeño espacio para el humor, aunque solo al comienzo.
The Way of the Dragon, es un clásico que representa perfectamente a Bruce Lee y presenta a uno de los grandes ídolos del cine de acción de las siguientes décadas. Su enfrentamiento justifica la película. Su humor es raro y no del todo logrado, pero no es más que el prólogo de lo que viene. Solo le quedaba una película más a Bruce Lee en su filmografía oficial: Enter the Dragon, el otro gran clásico inmortal de su breve pero popular carrera.