Cuando su corto Los Payasos queda seleccionado en el Mundial del Cortometraje, tres jóvenes aspirantes a artistas viajan a Florianópolis y deciden grabar cada minuto. Con capacidad para registrar 16 horas continuas, la cámara pronto se vuelve testigo de las situaciones más delirantes, a tal punto que los límites entre la realidad y la ficción parecen desdibujarse.
Pocas cosas producen más vergüenza que una clase de teatro filmada. Tomarla seguramente no es tan terrible como verla. Y esa una de las primeras cosas que se ven cuando deciden filmar todo el camino del corto y su destino incierto en un festival desconocido. A los momentos ingeniosos y divertidos del comienzo le siguen muchos otros que van siendo cada vez menos interesantes. La historia de estos perdedores tiene algunos momentos cómicos más, pero no hay mucho más para rescatar. Se entiende que hay una intención de deshacer entre el verdadero documental y uno completamente falso, pero en ambos casos igual la película se estanca. Sin molestar, sin irritar, pero con una consigna que se repite y se apaga.