Tyler Rake (Chris Hemsworth) es un mercenario que no tiene nada que perder. Le solicitan una misión suicida para rescatar al hijo secuestrado de un criminal internacional encarcelado. Pero la misión, que ya de por sí es difícil, se complicará aún más a mitad de camino, dejando a Rake a merced de sus propias habilidades, protegiendo al niño aún más allá de lo que su contrato le pedía.
Esta espectacular película de acción, filmada en Bangladesh y la India se eleva un poco por encima de las producciones de Netflix dentro de este género. El director debutante domina una primera parte bien construida y nos regala una escena que justifica ver la película. Doce minutos de un plano secuencia completamente trucado pero igualmente apasionante. Es el momento de la película, lo mejor que tiene para ofrecer y ya no podrá superarlo luego, cuando la película entre en un efectivo pero rutinario terreno de lugares comunes. Pero lo que lastima a la película de forma irremediable es la manera torpe en la que intentan darle al protagonista un pasado traumático y al niño la madurez de un catedrático de ochenta años. El diálogo de ambos en mitad de la película es un verdadero bochorno.
El final es espectacular y un poco absurdo. Si en una película de acción uno tiene tiempo para pensar que algo es ridículo, entonces la película falla. Justamente lo contrario a lo que pasa en el mencionado plano secuencia. Quién fue el responsable de ese momento y quien lo fue del resto, difícil de saber, todo tiene el tono de película de producción sin identidad ni criterio. Aun así, entretiene y eso ya es mucho más de lo que han hecho otros films de acción de Netflix.