La sinopsis de la película dice: “Operación Cóndor relata el esquema de eliminación de dirigentes suramericanos ideado y ejecutado por las dictaduras de América del Sur con el apoyo y la inspiración de la CIA durante los años setenta.” Con el testimonio de víctimas y expertos en el tema se construye este documental de ochenta y dos minutos de duración que describe de forma militante y sin ningún objetivo de parcialidad la realidad latinoamericana durante las dictaduras militares.
Nunca son suficientes los documentales que registren los crímenes horrendos de aquellos años. Pasaron más de cuarenta años, pero mientras haya testimonios de primera mano, el registrarlos tiene valor. Qué además de historias personales aparezca la palabra de personas que se dedicaron al estudio del tema, también tiene valor. Lamentablemente la película no tiene ni ritmo, ni crecimiento dramático y está por debajo de cualquier documental promedio que hoy valga la pena ver. Monótono, no clásico, este film tiene un especial trabajo de doble moral. Al parecer hay dictaduras malas, pero también las hay buenas y hay violaciones de derechos humanos de las que jamás se hablará. Se condenan los actos terroristas… pero contra Cuba, no los cometidos en Argentina, por ejemplo. Esto anula gran parte de la credibilidad de la película. Y aunque están probadas las aberraciones cometidas en Chile y Argentina durante las dictaduras, la propia película las enturbia con su falta de objetividad.
Al final, cuando llegan las conclusiones, se establece un paralelo entre las dictaduras militares y la manipulación que hacen los medios en la actualidad. No es sorprendente, seguro que la idea cubana de no permitir la libertad de prensa les parece una opción válida. “Hemos derrotado a las dictaduras” dice Stella Calloni. No habla, por supuesto, ni de Cuba, ni de Venezuela, ni de cualquier dictadura amiga. Un documental que manipula la información a ese nivel, pierde todo el mérito posible que había ganado al denunciar las violaciones de derechos humanos. No se puede dividir las dictaduras buenas y malas. O estamos en contra de todas, o de ninguna. Ojalá en el futuro día se haga una película que denuncie la monstruosidad de todas las dictaduras, no solo la de algunas. No está prohibido hacer documentales panfletarios, así como no está prohibido decir que están faltando a las reglas éticas del género. Una mención aparte merece el video del final que es simplemente una vergüenza. Un papelón de cierre que delata la falta de inteligencia e ideas de los realizadores.