Vincent Downs (Jamie Fox) es un agente que se encuentra en medio de una red de policías corruptos implicados con el control de un casino. Cuando un robo sale mal, un grupo de criminales secuestra al hijo adolescente de Vincent. En sólo una noche, él debe salvar a su hijo, evadir una investigación interna de la propia policía y llevar a los secuestradores ante la justicia. La sinopsis es mejor que la película, hay que decirlo. Seguramente cuando la pensaron sonaba bien, pero el guión completo no logra nunca despegar de un film mediocre y de circulación limitada.
Las primeras escenas de acción prometen algo de diversión. Las complicaciones en la trama, anuncian que sube la emoción. Y la mezcla entre policías corruptos, policías infiltrados y traficantes nos hace pensar en una trama bien construida. Pero nada de eso ocurre, las escenas de acción se aplastan, la emoción no aflora porque pasamos demasiado tiempo tratando de entender las situaciones tontas del guión y finalmente todas las posibles vueltas de tuerca se adivinan desde kilómetros a la distancia, algo que a juzgar porque como se las muestran, no era la intención de los realizadores. Una pena desperdiciar buenos actores y un alto presupuesto. No vale la pena ni para pasar el rato.