Peliculas

Los últimos días del crimen

De: Oliver Megaton

Las películas malas y las muy malas suelen aparecer en la cartelera de los cines de forma frecuente, pero como Netflix tiene un promedio de estrenos muchos menor, esto produce que de pronto todos vean una película al mismo o tiempo o que el propio servicio de streaming la promocione en solitario, moviendo a toda su audiencia en la misma dirección. No es el caso de esta película, que Netflix no promocionó tanto e igual se convirtió en un breve éxito. Estrena una película y para cuando la gente se da cuenta de lo espantosa que es, ya quedó primera en espectadores. Dos días después, pasa al olvido absoluto.

Los últimos días del crimen es una de esas películas que fallan desde el minuto uno y dudo que los espectadores la hayan terminado de ver. Bastan dos o tres escenas para preguntarse acerca del motivo para no abandonarla. El mío es muy sencillo, escribir esta crítica. Sin motivos profesionales, nadie debería verla, en ninguna circunstancia, aunque Netflix perdiera todo su catálogo completo y solo quedara esta película.

¿Qué es The Last Days of American Crime? ¿Una película de ciencia ficción? Sí, porque retrata un Estados Unidos del futuro donde el gobierno planifica activar una señal que consiga detener todo comportamiento delictivo. Como todas las películas actuales, la idea es criticar al gobierno actual. Mostrar un Estados Unidos distópico, sumido en un desastre, con fronteras estrictas y gente tratando de huir. Pero otorgarle un sentido a estas escenas es dar la impresión de que la película puede ser analizada en serio. Su caos es total e incluye lo ideológico. Demasiado esfuerzo para nada.

¿Es entonces una película de robo? Sí, en parte sí, pero el robo tiene tan poco suspenso, está tan mal ubicado dentro de la trama, que es más un estorbo que un conflicto central. La idea del protagonista es participar de un robo legendario antes de que el gobierno lo cambie todo.

Graham Bricke (Edgar Ramírez), un criminal de carrera cuyo hermano acaba de suicidarse tras las rejas. Un joven malvado y excéntrico llamado Kevin Cash (Michael Pitt) viene a Bricke y le dice que conocía a su hermano en la cárcel. Es el quien tiene planeado el atraco final que le permitirá a Bricke vengarse del sistema que destruyó a su hermano. Cash trae a su prometida Shelby (Anna Brewster) para hacer más fácil el trato y convencer a Bricke con más de una tentación.

Cada escena demuestra porque la película dura demasiado. Todo está estirado, sobreactuado y mal filmado. Sin ritmo y sin orden. Tampoco con algo de simpatía delirante que muchas veces suele ser el sentido secreto de muchas películas. Dos horas y media para un film aburrido y difícil de seguir. Con noventa minutos hubiera sido un pesadilla, con ciento cuarenta es una proeza física y mental llegar hasta el final. Les anticipo que llegar al final o abandonar en el medio da igual, solo ganarán minutos de vida si no la completan.

Las escenas de acción no son claras ni entretenidas. Los actores manejan una calidad que va a de mala a pésima, todos ellos, sin excepción. El villano que intenta ser un remedo del Tony Montana de Scarface da vergüenza ajena y algo de asco. Hasta el incesto con su hermana es robado del clásico film de gángsters. Ella, Connie (Leandie du Randt) tiene la suerte de durar poco en la historia, porque su actuación es de lo peor de la película. El breve papel que interpreta Patrick Bergin deja en claro que no hay manera de actuar de forma decente en este horrible film.

La única defensa que se podría hacer de Los últimos días del crimen es que su origen de novela gráfica le permite no tener sentido alguno como película. Pésima defensa, es cierto, y no hay que aceptarla. Pero también tiene a favor el no ser una película aniñada o lavada. Tiene sexo, drogas y violencia, tiene cosas que el cine abandonó en sus corrientes principales. Lo que seguro no tiene es cine. Ni una escena se salva de este gigantesco, extenso y caro mamotreto a la deriva.