Cuando el prestigioso y talentoso director coreano Bong Joon-ho decidió realizar un proyecto internacional, eligió contar una historia de ciencia ficción ubicada en un futuro distópico. Snowpiercer contaba con un impresionante elenco internacional y su narración era impactante. En un futuro, el planeta completamente congelado se ha vuelto inhabitable. Los únicos sobrevivientes viajan en un gigantesco tren que está siempre en movimiento. Los últimos vagones son las clases más bajas y a medida que se avanza hacia adelante los vagones son habitados por las clases más altas. La lucha de clases no intentaba ser sutil en la película, más allá de las diferentes capas que la película iba mostrando. Una versión de cine de acción de las ideas que luego mostraría en Parasite.
Producida por el propio Bong Joon-ho, Snowpiercer es ahora una serie. Se realizó antes de que el director ganara el Oscar, así que se estrena en un buen momento, se podría decir. Salvo que la inmensa mayoría de la gente ignora que existía la película, mucho menos que la había dirigido el mismo de Parasite. Así que ese vínculo quedará solo para unos pocos, algo que por otro lado podría liberar a la serie de la comparación con la película. Las comparaciones serán odiosas, pero son útiles a veces también. ¿Puede una historia que fue contada en dos horas ser luego una serie de televisión? Hay que ejemplos a favor, pero la pregunta era más bien retórica. Snowpiercer la serie no puede compararse con la película porque al hacerlo no queda bien posicionada.
Ambientada más de siete años después de que el mundo se haya convertido en un páramo helado, Snowpiercer se centra en lo que queda de la humanidad y cuyos miembros viven en un tren perpetuamente en movimiento, con 1001 vagones, que circula alrededor del globo. Las clases bajas, las que no han pagado para subir al tren, viajan al final de la larga hilera de vagones. Su vida es miserable, la tensión aumenta y en estos años han intentado levantarse contra el poder varias veces. A media que se avanza en el tren aparecen las otras clases sociales que viven mejor, que tienen más beneficios y conforman una parte un poco más integrada al funcionamiento de la sociedad del tren. Luego siguen subiendo hasta llegar a las clases más privilegiadas, que viven directamente en otro mundo, lleno de lujos y beneficios, más allá del encierro que une a todos. También está el personal del tren. Melanie Cavill (Jennifer Connelly) es la jefa de hospitalidad, cuyo rol es equilibrar el ánimo entre las clases sociales y evitar los conflictos. También es la Voz del tren, que hace los anuncios diarios del sistema de megafonía. Su diplomacia salva a todo el tren de un desastre.
La serie plantea un universo muy complejo de retratar. A diferencia de la película, los vagones se ven mucho más grandes, de manera tal que cada espacio parece un ambiente mucho más razonable para llevar una vida de confinamiento entre tanta gente. En la película las preguntas sobre la lógica del funcionamiento de todo el tren no llegan a realizarse, porque todo es demasiado rápido y entretenido. Pero en la serie, con más personajes, más vagones y más horas de narración, esas preguntas surgen cada vez más y la historia ya no tiene la misma efectividad.
La ecuación es sencilla. Más de todo, multiplicando, por ejemplo, el castigo del comienzo, sumando situaciones y sub historias, con personajes que cumplen con todos los lugares comunes de las series actuales. Lamentablemente el espacio del tren no permite darle a la serie una base para muchos episodios, no con la lógica de las series actuales. La espectacularidad de agota rápido y, hay que insistir, la lógica de una sociedad completa transportándose en un tren no cierra por ningún lado. Pequeños momentos tienen algo de fuerza, pero la serie tiene demasiados problemas con su narración. A medida que avanzan los capítulos se van perfilando los personajes principales hacia un conflicto principal que, por tratarse de una serie, se posterga todo el tiempo. Snowpiercer (2013) es una gran película y Snowpiercer (2020) es una serie con destino de olvido, perdida en la multitud actual del formato.