Aparece en calles de Nueva Orleans una misteriosa pastilla que le confiere superpoderes únicos a cada persona que la consume. Este tráfico de drogas tiene, sin embargo, una trampa: Nadie sabe que poder confiere y además, este dura sólo cinco minutos. Así que alguien puede volverse poderoso o veloz, repeler las balas o mimetizarse con el entorno, también puede simplemente que explote al instante de tomarla.
Con la llegada de la pastilla, los delitos de la ciudad escalan a niveles peligrosos, por lo que un policía local (Joseph Gordon-Levitt) se une a una adolescente traficante de drogas (Dominique Fishback) y a un exsoldado motivado por la venganza (Jamie Foxx) para enfrentarse a los poderosos detrás de este plan.
Treinta minutos iniciales logran mantener el interés. Cuando se termina de desplegar la idea de la película y ya vimos que los actores son buenos, los trucos visuales espectaculares y vacíos se derrumban para pasar a noventa minutos finales de torpeza narrativa, bajadas de línea fuera de tono y completa falta de interés visual o narrativo. Simplemente la película muere luego de dos o tres escenas de acción. En el medio hay que ver algunos momentos de vergüenza ajena como ver que un personaje invite a otro a rapear en medio de todo este conflicto solo para probar si tiene talento o no. Si hay algo que no encaja en esta película es el rap, pero la segunda vez que esto ocurre ya el espectador está entregado y lo único que quiere es que todo termine lo antes posible. No ocurre, la economía narrativa tampoco es el fuerte de Proyecto Power.