Roberto Sánchez Ocampo, más conocido como Sandro, nació un 19 de agosto de 1945 y falleció en Mendoza un 4 de enero del año 2010. Llamado también Sandro de América y fue un cantautor argentino de canción melódica, rock and roll y pop en castellano. Muchos los consideran el padre del rock argentino y una de las figuras musicales más importantes de la historia Argentina. Además de sus récords de ventas y de su gigantesca popularidad como cantante, también pasó por el cine, donde protagonizó una serie de películas de enorme repercusión, donde él era el principal atractivo para llenar las salas. Llegó incluso a escribir el guión y hasta dirigir uno de esos films.
Antes de sus protagónicos musicales, Sandro trabajó en dos películas. Convención de vagabundos (1965) de Rubén W. Cavallotti y Tacuara y Chamorro, pichones de hombres (1967). La primera cuenta la historia de un vagabundo que recibió una gran fortuna como herencia y convoca a sus pares para decidir qué hacer con ella. El guión, escrito por Hugo Moser, tiene mucha bajada de línea y la película se destaca por la interpretación de Ubaldo Martínez, Graciela Borges (brillante en su rol), Palito Ortega y Sandro y los de fuego, cuya única presencia es una actuación en vivo. Así se los presenta: “Y ahora para ti, mujer del futuro, lo que te gusta” y un Sandro desatado canta y baila en el escenario. Tacuara y Chamorro, pichones de hombres tiene un tono muy distinto. Allí el rol de Sandro es más grande y la película es uno de esos films familiares pero no infantiles al estilo de Disney de los sesenta. No es difícil adivinar porque la película está dedicada a Walt Disney.
Pero el Sandro que todos conocemos, el verdadero Sandro, aparece en lo que siguió a continuación. Una filmografía despareja pero vital, llena de momentos inolvidables, grandes canciones y un carisma que pocos tienen en la historia del espectáculo. Siempre, en todos sus films, hay un momento que invita a bailar y cantar de alegría. Hay drama, dolor, y ya sabemos que el mundo no es como las películas de Sandro. La vitalidad de su presencia es indiscutible. Como diría el propio cantante: “Serán los días más felices, que puedas tú vivir, con luz de mil matices y todo es para ti.” Esa es la promesa de su cine, porque más allá de todo, ya sabemos que al final… la vida sigue igual.
Quiero llenarme de ti (1969) dirigida por Emilia Vieyra es el primero protagónico de Sandro como estrella musical. Es el comienzo oficial de su filmografía como estrella. Como es habitual en ese director y con muy poco interés por hacer un film de calidad, la película es un desperdicio de talento y carisma del actor. Aun así, al ser el primer film, las canciones son un lujo y, mediante algunos momentos de videoclip, la película igual justifica su visión. El comienzo es con Sandro cantando Yo te amo y es un buen arranque, pero luego pasa a una secuencia de títulos insólita, que anuncia que el nivel no será alto. La historia de amor con Susana (Marcela López Rey), una chica de clase alta, se ve amenazada por las intrigas creadas por una amiga celosa. Incluso la amistad con su representante y amigo Raúl (Walter Vidarte) se rompe por las confusiones con la chica que él ama, Ana María (Soledad Silveyra). Muchas imágenes de Buenos Aires, en particular Palermo, son un inesperado lujo documental. Fidel Pintos, como el atorrante portero del canal, y Rolo Puente en un rol menor, completan el elenco. Un muchacha y una guitarra y la esperable Quiero llenarme de ti son dos grandes momentos del desembarco del popular artista como estrella de cine. El primer film donde Sandro es un cantante popular llamado Sandro.
La vida continúa (1969) dirigida por Emilio Vieyra. Un joven pianista, cansado de trabajar en una editora musical, se dedica a cantar, pero siempre soñando con ser un gran concertista. Así conoce a una mujer, algo mayor que él, quien lo ayuda a estudiar y lo patrocina, pero enamorándose perdidamente del muchacho. Melodrama un poco más dramático que el film anterior, nuevamente con las diferencias de clase social como fondo. Ricardo Bauleo interpreta al mejor amigo del protagonista. Cuny Vera es la chica que despierta el amor del protagonista y Ana Casares la mujer que lo patrocina. La película arranca con un buen videoclip de Rosa, Rosa y luego, una vez más, pasa a una fea secuencia de títulos.
Gitano (1970) dirigida por Emilio Vieyra es el más oscuro de los films de Sandro. La mejora está en la explotación del lado de galán de Sandro. Si el público iba a verlo a él, no había que ser tímidos en ese aspecto. Sandro empieza a mostrarse de manera más sensual. Se lo presenta cabalgando sin camisa en una playa, descalzo y con un pantalón blanco. Luego vienen, una vez más, títulos muy feos. Sandro interpreta al hijo de un gitano que trabaja en un parque de diversiones y acusado de un crimen que no cometió, se escapa y esconde junto a su compañero (Ricardo Bauleo), el verdadero culpable de la muerte. Por supuesto que las cosas se aclaran y él podrá finalmente estar con su amada Carmen (Soledad Silveyra).
Muchacho (1970) dirigida por Leo Fleider cuenta la historia de un joven huérfano que vive y trabaja junto a su abuela, La Capitana (Olinda Bozán), manejando una embarcación de pasajeros en el Delta del Tigre. En los viajes Muchacho (Sandro) va cantando canciones. Un día llega una joven de clase alta llamada Mata (Irán Eory, actriz nacida en Irán, pero con su carrera en México) y se enamoran, lo que generará conflictos en la familia de ella. Al mismo tiempo La Capitana tiene problemas de salud y es muy anciana. La película, de las más simplonas de la carrera de Sandro, tiene una simpatía descomunal, el carisma de Sandro alcanza uno de sus puntos más notables y se le perdonan sus lugares comunes y sus torpezas cinematográficas. Finalmente los títulos del comienzo se vuelven normales. Las canciones incluyen Ave de paso, Trigal y Te propongo. A pesar de sus momentos dramáticos, se trata de los films más vitales del actor.
Siempre te amaré (1971) dirigida por Leo Fleider tiene una ambición estética superior. Aprovechando que el protagonista es corredor de autos, la película tiene escenas de carreras y entrenamientos visualmente espectaculares, aunque siempre con las limitaciones de este tipo de películas. Sandro es un corredor pedante, fanfarrón, que se lleva el mundo por delante, hasta que producto de un accidente queda ciego y en silla de ruedas. Comenzará una lenta recuperación, ayudado por una vieja monja (Olinda Bozán, nuevamente) y una joven enfermera. El proceso de humildad que debe aprender el protagonista es algo que se repetirá en otros films, y el costado melodramático del film está llevado al extremo. El joven piloto no sabe que la enfermera que lo cuida también es monja. Para enfatizar el melodrama, el mecánico de la escudería lo interpreta Marcos Zucker, especialista en esta clase de historias y tonos. La película fue parodiada, años más tarde, en el programa cómico Cha, Cha, Cha en un corto llamado Me quedé ciego. Este sketch brillante creado por Alfredo Casero, lejos de perjudicar a la película de Sandro la vuelve más querible. Adorables ambas cosas.
Embrujo de amor (1971) nuevamente bajo la dirección de Leo Fleider, es el único film de época protagonizado por Sandro. Su coprotagonista es nada menos que la actriz española Carmen Sevilla y la película es la historia de amor entre un gitano nómade y una mujer de la nobleza. Aun siendo un film de época mantiene el tema de las clases sociales dentro de la filmografía de Sandro. Por suerte Leo Fleider vio algunos buenos westerns y las escenas iniciales con los títulos son de lo mejor de la carrera de Sandro, al menos en el aspecto visual. La larga caravana de gitanos recuerda a las películas clásicas del oeste. En la escena inicial una adivina anuncia un final trágico que nunca se cumple, porque el público no aceptó la muerte de Sandro y directamente se lo sacaron. Eso explica el final abrupto y la duración absurda que la película que actualmente tiene.
Destino de un capricho (1972) otro film dirigido por Leo Fleider. Acá Sandro interpreta a Daniel, un joven estudiante de medicina. Vive en una pensión estudiantil llamada junto a un grupo de amigos estudiantes como él. Su vecina es una anciana española de clase alta llamada Doña Valentina Gómez Grau (nada menos que Eva Franco), que vive con sus dos empleados y su hijo. Sandro la atiende en una emergencia, pero lo que la mujer no sabe es que es su nieto, hijo de una hija de la cual la mujer se ha alejado años atrás. Daniel busca intentar que su madre se reconcilie con su abuela, pero no será una tarea fácil. Sandro brilla cantando Dame el fuego de tu amor y, de manera inesperada para el cantante, interpreta Lejana tierra mía, el clásico de Gardel y Lepera. Hay algunas intrigas y equívocos y un final genuinamente emocionante. Guillermo Battaglia está muy gracioso interpretando al médico de Doña Valentina, un docto que se quedó en el tiempo.
El deseo de vivir (1973) dirigida por Julio Saraceni es un melodrama algo tramposo en el cual Sandro interpreta a un joven millonario que vive angustiado porque todos sus deseos se han cumplido pero no ha podido enamorarse nunca. Cuando finalmente conoce a una mujer (Elena Sedova) de la que se enamora, le diagnostican un cáncer terminal y siete meses de vida. Decide aprovechar al máximo los primeros seis y luego alejarse de ella. Lo que no sabe es que el médico que lo diagnosticó (Juan José Miguez) le ha mentido, con el objetivo de hacerle pagar por haberle arrebatado el amor de la mujer que él amaba. Se nota una evolución estética, más presupuesto, la moda va cambiando y la película tiene todos los ingredientes de los films de Sandro. Entretenida, algo absurda y difícilmente aceptable en su extrema inverosimilitud. Otro clásico personaje fanfarrón que debe aprender algo y a partir de su nueva humildad, ser feliz.
Operación rosa rosa (1974) dirigida por Leo Fleider con guión de Sandro, es el más inusual de los films de Sandro. Una comedia musical de espionaje, con un villano estilo James Bond y con una pareja protagónica que comparte también la aventura. Sandro es Alex Gerard, famoso cantante convertido en espía que debe detener al siniestro industrial ‘Papa Andrés’ (Luis Tasca), quien intenta apoderarse del poder usando un arma que provoca síncopes cardíacos instantáneos. Junto a su novia Laura (Laura Bove), Alex deberá infiltrarse en la banda y acceder al laboratorio para destruir el arsenal bacteriológico. Hay otro villano llamado Giácomo Pontevecchio (Ricardo Morán) un imposible italiano galán con el cual Alex tendrá uno de los grandes momentos de la carrera de Sandro. Con una bata y en slip, peleará contra su rival en una mezcla de acción y explotación por partes iguales. En esta película se nota la carga de sensualidad destinada a las admiradoras del cantante. Eso separó desde siempre a Sandro de otras estrellas musicales cinematográficas, como Palito Ortega. El presupuesto es limitado y eso produce algunos momentos desopilantes, pero la simpatía ya acostumbrada se potencia aquí, y el resultado es un absurdo entretenimiento que renueva la figura de Sandro.
Tú me enloqueces (1976) está dirigida por Sandro, en lo que sin duda es un intento de ir un paso más allá y tener un control de su obra. Su película anterior era un paso adelante y tiene cierta lógica pensar que quiso buscar algo nuevo. Esta novedad no solo incluía al cantante como director, sino también una estrella de primer nivel compartiendo cartel con él. Susana Giménez tenía un peso artístico enorme, así como una fama que no dejaría de crecer en los años siguientes. Esto explica la estructura del guión y el protagonismo compartido de manera más pareja que el resto de los films de Sandro. Otro elemento novedoso son los números de baile. La película es el único de sus films que incluye un gran número de coreografías, no solo gente que baila un poco al ritmo de las canciones del protagonista. Se trata de una historia de cine dentro del cine y el decorado principal de dicho film es una estación de servicio que será utilizada demasiadas veces en la película. Se nota que el actor convertido en director quiso mostrar su estilo y hay planos y secuencias más estilizadas que el resto de su filmografía. Lamentablemente el guión se empantana y la película se vuelve demasiado dramática, perdiendo el rumbo y avanzado de forma no fluida. Sandro tiene en la historia un hijo, y esto se convierte en el tema central, opacando incluso a la historia de amor. Algo personal hay en este film, más allá de lo despareja que es. Un dato curioso es que Uptown Girl, canción escrita e interpretada por el músico Billy Joel, tuvo un videoclip que es idéntico a un número musical de la película y que esto derivó en un juicio de plagio que obviamente ganó Sandro, ya que la inspiración va mucho más allá de algunos detalles en común.
Subí que te llevo (1980), el último film protagonizado por Sandro, es posiblemente el más logrado de todos los títulos del cantante. Sandro interpreta a Sandro, en un nivel de auto referencialidad que solo los grandes pueden tener. El guión es una comedia de suplantación de identidad que supo ser el lucimiento de autores como Preston Sturges o Carlos Schlieper pero que aquí encuentra una de sus formas más simples y directas. El cantante se hace pasar por su propio hermano, un serio hombre de negocios, aprovechando que él vive fuera del país. Es la manera de ser aceptado por el tío (Dario Vittori) de la joven que a él le gusta (Mariquita Valenzuela), un hombre que no ve con buenos ojos el mundo de la música. Esto traerá problemas cuando la joven se enamore del hermano, que en definitiva es el propio Sandro, y la comedia, con todos los pasos previsibles, llega a buen puerto de manera efectiva y muy divertida. El guión es uno de los muchísimos que escribió Salvador Valverde Blanco, el prolífico guionista de los primeros films de Sandro y de muchas películas taquilleras cuyo fuerte no era, justamente, el guión. Por otro lado, la dirección quedó a cargo de Rubén W. Cavallotti, el realizador de Convención de vagabundos. Muchas cosas parecen cerrar el círculo en este film de despedida del cantante. Una pena, porque había encontrado aquí un camino posible, finalmente, más cerca de lo que merecía su carisma y su música. Las canciones también son muchas, incluso varias las canta seguidas, y son un recorrido por su discografía. Tal vez otros de sus títulos fueron mejores en otros aspectos, pero este tuvo la mayor calidad técnica unida a un Sandro relajado y un elenco de mayor nivel. En la canción Una muchacha y una guitarra Sandro cantó “No quiero que me lloren cuando me vaya a la eternidad, quiero que me recuerden como la misma felicidad”. A juzgar por el espíritu de sus comedias, el trabajo está realizado. Un cine sin pretensiones pero con varios momentos de genuina felicidad. Gracias, Sandro.