Al morir la matinée es una coproducción entre Uruguay y Argentina perteneciente al más puro cine de terror. Si después de la década del setenta, todo el western no norteamericano parecía ser deudor del spaguetti western, hay que decir que hoy en día casi todo el cine de terror de Sudamérica le rinde pleitesía al Giallo en sus formas más puras. Este es otro ejemplo de esto, aunque la trama remite también a la desaforada película Demonios (1985) de Lamberto Bava, cuya trama principal transcurría entre pilas de muertos dentro de una sala. Cine dentro del cine, no el rodaje, sino la proyección.
Es una noche tormentosa en Montevideo en 1993 en una sala de las viejas, con pocos espectadores y un aire de cinemateca, un grupo de personas van a ver una película de terror italiana titulada La muerte jamás vista. Así se veían las salas treinta años atrás, entre el derrumbe de los viejos cines y antes del ascenso de las multisalas. El proyectorista veterano deja a cargo de su hija, quien en la sala poblada de afiches y con la tecnología de aquellos años, deberá cumplir con la función.
Pero entre los espectadores hay un asesino. Sí, uno del estilo Giallo, al uso del cine italiano de los setenta, el de las películas de Mario Bava y Dario Argento. La carnicería no se hace esperar, como corresponde. Pagamos la entrada para ver terror, queremos terror. La película, pura cinefilia, se hace querer por el ambiente y el guión, pero en la manera en la que está filmada le falta el timing o la grandilocuencia de los títulos que emula. Los que amamos el cine de terror disfrutamos de estos títulos, pero hay que ser justos con otros cineastas capaces de resolver escenas de crímenes y momentos de suspenso con mayor eficacia. La película tiene los elementos pero no consigue lo que se propone.