Java, 1942. Durante la Segunda Guerra Mundial, el mayor Jack Celliers (David Bowie) es enviado a un campo de prisioneros japonés tras ser capturado. El comandante del campo, el capitán Yonoi (Ryūichi Sakamoto), impone valores como la disciplina, el honor y la gloria de forma absolutamente estricta. En la escena inicial del film, ha quedado en claro que hay conductas que no serán toleradas. El Sargento Gengō Hará (Takeshi Kitano) castiga a dos prisioneros que han tenido sexo la noche anterior. Pero Yonoi siente una atracción hacia Celliers que desmorona su universo y en su esfuerzo por reprimir ese deseo se vuelve aun más estricto y cruel. A su vez, el teniente coronel John Lawrence (Tom Conti), intenta explicar a sus compañeros la forma de pensar de los japoneses, pero estos le considerarán un traidor por esta postura.
El director Nagisa Ôshima ya era un cineasta de prestigio y extensa carrera cuando filmó esta película. Fue su primer film hablado en inglés, por lo que la película se podría ver occidental, pero es completamente japonesa en sus ideas cinematográficas. Ôshima ya era conocido por Historias crueles de juventud (1960), Night and Fog in Japan (1960), Death By Hanging (1968) y Boy (1969), entre otras. Pero tenía una fama extra por haber dirigido El imperio de los sentidos (1976). Acá vuelve sobre los temas tabú de su país y es incluso de avanzada para cualquier lugar del mundo.
El contraste cultural entre japoneses y británicos es más notable que en otros films. Eso se ver particularmente en las actuaciones. Los actores japoneses trabajan como en un film japonés y los británicos/americanos/australianos como en un film clásico de occidente. En una misma escena, dos formas de interpretarla conviven. Elegir a dos famosos músicos para los dos antagonistas principales es agregarle una capa más de rareza a la forma de interpretar. Ôshima decidió que esa diferencia de actuación se mantenga, no intentó, según contó David Bowie, dirigir a los actores británicos, simplemente les dejó que hicieran lo que sabían hacer. Fue exhaustivo con los japoneses, por el contrario. No es una mala decisión y es casi el corazón de la película. Hay que sumarle, que Kitano, quien figura en los créditos como Takeshi, era un comediante que no había realizado ningún rol dramático hasta ese momento, otro riego actoral fuerte que tomó Ôshima, cambiando el futuro del actor para siempre.
Al ver Merry Christmas Mr. Lawrence uno piensa en que podría haber sido un film de Peter Weir o también se acuerda, indefectiblemente, de El puente sobre el río Kwai (1957). Pero en esta película de campo de prisioneros no hay objetivo de escapar, lo que es una rareza para esta clase de films. La película es sí misma es una pieza rara, diferente a todo. Los flashbacks del pasado de Celliers muestran un trauma de su pasado, una angustia por su falta de coraje frente a las injusticias que sufría su hermano. El atractivo entre Celliers y Yonoi comienza cuando este le muestra su espalda lastimada en el juicio. El oficial japonés llegará a decir que es un demonio. La descripción del mundo militar, tanto el de estos dos hombres como el Lawrence y Hará, unidos por otros motivos, sabiéndose enemigos circunstanciales y nada más, le otorgan a la película una identidad única diferente a casi todo el cine bélico. Las dos escenas finales muestran el cierre de ambas historias, trágicas y angustiantes, aunque una luz de comprensión agridulce asoma en el saludo final de Hará, que también es el nombre de la película.