Las series no fueron siempre iguales. Hoy todos tenemos una idea de estructura, verosímil y extensión que corresponden al siglo XXI y a las que nos acostumbramos sin saberlo. Esto no es ni bueno ni malo en un principio, es la forma de narrar, la manera en la que los espectadores disfrutan las historias actualmente. Muchas series respetan las reglas, otras las transgreden sutilmente, otras fracasan en el intento y algunas parecen pertenecer a otra época completamente.
Lupin, serie francesa de diez episodios, estrenada en dos tandas de cinco, es un inesperadamente saludable ejemplo de serie fuera de época. La historia sigue al ladrón profesional Assane Diop (Omar Sy), un carismático inmigrante senegalés cuyo talento para el robo es exageradamente asombroso. Arsène Lupin, el famoso caballero y ladrón de ficción creado a comienzos del siglo XX por Maurice Leblanc le da nombre a la serie, pero no se refiere a su protagonista. Lupin ha sido doble fuente de inspiración para Assane. Por un lado es el libro que su padre le regaló veinticinco años atrás y por el otro copia de este sus refinadas y rebuscadas maneras de realizar robos de guante blanco.
Con mucho humor, ligereza y simpatía, la serie entretiene con una lógica que se parece a la de aquellas historias rocambolescas del siglo XIX y principios del XX. Trucos que parecen de magia, disfraces imposibles, vueltas de tuerca apasionantes y simpáticas. La serie está más cerca de Ladrón sin destino (It Takes a Thief, 1968-1970) que de los productos televisivos actuales. Pero no significa que no pueda ser vista por espectadores de hoy. Porque la serie tiene una historia de venganza que estructura las acciones. Assane es como El conde de Montecristo de Alexandre Dumas. Veinticinco años atrás un complot llevó la desgracia a su familia y su vida y más allá de los robos, el protagonista busca también hacer justicia con los culpables de aquellos actos infames que lo marcaron.
En Francia se produjo un furor por los libros de Arsène Lupin y Maurice Leblanc empezó a ser requerido por una nueva generación de lectores. Es un efecto colateral sano y feliz. Volver a leer o leer por primera vez aquellos textos es fantástico. Son historias muy divertidas y el protagonista merece su categoría de clásico. La serie no trata sobre él, sino sobre alguien que se inspira con él, lo mismo que le ocurre a la serie. El protagonista, muy bien interpretado por el carismático Omar Sy, tiene un marcado espíritu juguetón pero también carga con la oscuridad y la angustia de un personaje de novela.
La serie les propone a los espectadores volver a jugar a las historias de otra época. Aunque no le falta drama, la historia tiene ese tono de novela de otros siglos. En un libro de Maurice Leblanc, aceptamos con facilidad algunos eventos sin lógica, en las series tenemos que aceptar ese juego o nos parecerán ridículas. Yo prefiero una serie así que los pesados guiones llenos de detalles cruzados que solo nos hacen perder el tiempo. Como buena historia de ladrón de guante blanco, Lupin elige no ser solemne pero tiene espacio para el drama. Ojalá mantenga ese tono y tenga muchas temporadas por delante.