Los hermanos Marx fueron los primeros genios de la comedia que aparecieron en el cine sonoro. Su espíritu anárquico brilló en varias películas maravillosas entre 1929 y 1933. Cuando su contrato con Paramount terminó y se pasaron a Metro-Goldwyn-Mayer las cosas cambiaron notablemente. Tuvieron un apoyo inicial del productor Irving Thalberg pero con su muerte casi nada de aquella maravilla demencial que los caracterizó pudo quedar en pie. Tener a los Hermanos Marx para que sean casamenteros e interpreten temas musicales en serio no tenía sentido alguno.
Tom y Jerry son uno de los dibujos animados más populares y adorados de todos los tiempos. Multipremiados y elogiados de forma masiva, su período inicial, 1940 a 1957, es el que mejor los representa. Sus creadores fueron nada menos que Joseph Hannah y William Barbera, quienes todavía no tenían su propia empresa y trabajaban para MGM. Esta época es la edad de oro del dúo, sin duda alguna y es por estos cortometrajes que el mundo los conoce. Pero la cultura fue cambiando y también el cine, a medida que pasaron de mano en mano y año tras año, las denuncias acerca del exceso de violencia de Tom y Jerry los volvieron cada vez más mansos, lavados e ideológicamente ordenados. Como los Hermanos Marx, fueron perdiendo su identidad. Ni siquiera el período del brillante animador Chuck Jones pudo estar a la altura de los personajes. El desembarco oficial en la televisión fue el golpe de gracia. Los cortos fueron censurados parcialmente en Estados Unidos y otros países, aunque más tarde o más temprano se vieron los originales. Los Simpson tienen como homenaje y crítica a los cortos los personajes de Tom y Jerry (aunque no solo a ellos) a Itchy and Scratchy (Tomy y Daly en Latinoamérica) y eso también muestra su importancia en la historia de la animación.
La llegada de un nuevo largometraje de Tom y Jerry abría toda clase de interrogantes acerca de los desastres que podían ocurrir en una aproximación en la era de la cancelación y la caza de brujas en el mundo del cine. Los títulos del comienzo meten miedo. Una desesperada idea de actualización del mundo de los personajes nos lleva a Manhattan y a la interacción entre animación y acción en vivo. Pero a no desesperar, vale la pena quedarse un poco más, la situación es menos grave de lo que parece… o al menos no es el desastre total que una imagina en los primeros minutos.
Un par de chistes muestran que hay guionistas talentosos. Pero esos chistes son de diálogos (No de Tom y Jerry, que por suerte no dicen palabra en todo el largometraje) y son de una línea. Podrá eso alcanzar para salvar a la película. Bueno, no una con estos personajes. Pero hay más. La protagonista (Chloë Grace Moretz) es una joven desocupada que se hace pasar por una aspirante a un puesto temporal en un hotel cinco estrellas. El puesto es temporal porque se realizará allí una boda de una pareja famosa. Terrance Mendoza (Michael Peña), el gerente de eventos, desconfía de ella, pero el dueño del hotel la termina contratando. Cuando aparezcan Tom y Jerry en el lugar, toda la boda se verá amenazada por el dúo desaforado.
Los primeros encuentros del dúo de comedia física tienen una dosis de violencia acorde a su fama, pero por encima de eso respetan la idea de los personajes. Hay chistes sobre el discurso puritano actual y como ya mencionamos, hay buenos diálogos en la trama. Michael Peña está particularmente brillante en su rol de villano tonto más que malo. Todo el humor de la película juega al borde, sin arriesgar demasiado, pero sin ser tibios ni pusilánimes. Hay lugar para un poco de humor surrealista también y la película divierte, pero se hace demasiado larga en algunos pasajes. En un momento alcanza un descontrol anárquico total que se parece tanto a los Hermanos Marx como a los mejores momentos de comedia alocada de los films de animación de Disney.
Pero cuando parece que el honor de los personajes ha sido salvado, a la película le pasa lo mismo que le pasó a los Hermanos Marx en la MGM. Tom y Jerry trabajan de casamenteros y hacen alianza. Una escena final tironea entre la corrección política, la ironía, la recuperación moral de algunos personajes, el perdón a otros y un poco de sensiblería barata que busca ser interrumpida con chistes escatológicos. Sí, todo en cinco minutos. El cierre, por suerte, tiene una motosierra, lo que en el mundo de Tom y Jerry podría decirse que es la cosa sana.