Había en Babe, el chanchito valiente un costado delirante, más allá de la idea del chancho que hablaba con el resto de los animales y quería ser pastor de ovejas. El colmo de la locura de la película eran Ferdinand, el pato demente que solo deseaba zafar del horno, y el trío de ratas que puntuaban la acción a la manera de un coro. No es casual que en Babe 2 las ratas y Ferdinand se desquicien del todo y cobren aun mayor importancia. Ya no son los personajes más delirantes, sino que forman parte de un mundo totalmente nuevo con respecto al film anterior. Las ratas se quedan hasta el último de los títulos para agradecer nuestra permanencia en la sala, y el pato Ferdinand vuela tras el avión de Babe al ritmo de Chattanooga Choo Choo. Pero si los hallazgos terminaran allí, no estaríamos hablando de una gran película.
Babe debe viajar a la ciudad con su dueña para salvar la granja del embargo. En la ciudad la fama que adquirió en el campo no le sirve de nada, ni siquiera para trasbordar de avión y evitar que lo detenga la policía antinarcóticos. Ya en el prólogo -donde vemos al granjero postrado por un accidente- se muestra que el delirio y el humor vienen con una buena dosis de negrura. En el aeropuerto, la aparición del perro olfateador de la policía termina de definir el tono de la película. Se ha llegado a la gran ciudad, pero ¿qué ciudad? Primero imaginamos que es alguna de Estados Unidos, quizá San Francisco o Los Ángeles por la gente que camina por la calle, pero luego, en el hotel, se parece más a una Venecia de cuento de hadas influida por la dickensiana ambientación de La princesita. Cuando el protagonista se asoma por la ventana de la habitación, descubrimos fascinados que se trata de una ciudad que las contiene a todas: desde allí se pueden ver Sydney, Nueva York, Río de Janeiro, París y algunas más. Todas son una en Babe 2 y todas representan lo mismo: un mundo peligroso y egoísta.
El hotel donde se alojan Babe y la granjera está poblado por extraños animales: un trío de perros (uno anda con rueditas y los otros se parecen a los dos ingleses de La dama desaparece que prefieren quedarse al margen de todo), un enorme coro de gatos que no hace las delicias de las ratitas aunque compartan su pasión por la música, y una
familia de monos de circo que incluye un matrimonio de chimpancés con su hijo, un mono capuchino que no habla. Y finalmente Thelonius, un orangután ermitaño que se considera a sí mismo como un ser humano más, lo que sin duda lo convierte en un personaje trágico. La película, lejos de castigarlo, le dará una alegría final, aunque no necesariamente un final feliz. El film se cuida mucho de mostrar que los animales son animales y que no pueden ser tomados como seres humanos. Los cuida la dueña del hotel, una mujer flaca que forma un dúo increíble con la granjera gorda dueña de Babe. La mujer vive allí con su padre, un viejo payaso (Mickey Rooney) que hace números cómicos con sus monos en los hospitales. De más está decir que cuando Babe participe en uno de esos números el resultado será catastrófico. En su apresuramiento por ganar dinero, Sabe destruye el mundo de esos artistas en una escena que una vez más pasa de lo humorístico a lo trágico sin contemplaciones. Visualmente poderosa y emotiva, la secuencia sorprende por su audacia y nos remite a la oscuridad que envuelve a todo el film.
El hotel y el barrio donde está ubicado parecen de cuento de hadas, y no debe extrañar entonces que ese sea el género de la película. Babe 2 no es más negra que cuentos como Hansel y Gretel o La sirenita. El hecho de que hoy se los diluya hasta banalizarlos solo habla mal de los tiempos que corren, y que han corrido, porque esa costumbre es anterior a esta era de censura en el cine mainstream. Como cuento de hadas es mejor para los niños que la mayoría de las películas estrenadas en el último año. La censura proviene de los adultos que no son capaces de aceptar el horror, la fantasía y la libertad que proponen esas historias.
Babe 2 es un fiel representante de los cuentos de hadas, y una apuesta valiente en favor de un cine
con libertad e ideas.
De las muchas escenas notables de la película, hay una que se destaca y resume la ideología del film y del director: cuando el chanchito escapa de un feroz perro guardián. En uno de los puentes Babe se detiene frente al agresor para preguntarle por qué lo persigue con tanta saña. El perro choca contra Babe y los dos caen al agua. Babe sale pero el otro (un Pitbull, para ser exactos) queda atrapado en uno de los canales frente al hotel, con la cabeza bajo el agua y destinado a morir ahogado si nadie lo ayuda. Los monos de la casa, los perros y un montón de desamparados observan la situación. Uno de los simios le dice a su hijo: “Vámonos, así son las cosas hoy en día”. Todos empiezan a marcharse y sobre las imágenes de esos personajes resignados se escuchan los veloces e inconfundibles pasitos de Babe y una zambullida. Todos regresan y ven cómo salva al malvado perro. Luego el Pitbull se justificará diciendo: “Así es mi raza, es que fuimos guerreros (once were warriors)”. De este modo Miller le contesta con ironía a su coterráneo Lee Tamahori, el director que en Entre el amor y la furia hace un ambiguo elogio de la violencia alegando que es natural en los maoríes. No es preciso decir que el perro se volverá bueno.
Babe no se resigna a que las cosas sean como son, ni a que las ciudades sean brutales y las personas se encierren en su propia vida. Sabe es un héroe de George Miller. Como los padres de Un milagro para Lorenzo -cuyo poco milagrero título original era El aceite de Lorenzo-, que no se resignaban a que su hijo muriera de una enfermedad aparentemente incurable. O como el protagonista de Mad Max, que emprende una justicia imposible en un mundo devastado. Los héroes de Miller luchan contra toda resignación, no luchan por la victoria sino por lo que creen que es correcto. No son ganadores en el sentido americano de la palabra, no buscan la gloria, pelean porque para ellos mientras haya lucha habrá vida. “¿No pensaste que quizá todo esto que estamos haciendo nunca le sirva a nuestro Lorenzo sino a los que vengan detrás?”, le dice Susan Sarandon a Nick Nolte.
Babe se convertirá en el Iider de todos esos animales, primero como un rey o un padrino, apoyado por el ya no tan feroz perro. Pero está claro que ese sistema no funciona, y además los animalitos siguen teniendo hambre. Habrá que
buscar la manera de resolver el conflicto por otra vía. y esa vía es formar una comunidad en el campo, mezclando a los de la ciudad y a los de la granja e integrándose todos en lugar que, como dice la voz en off, “está un poco a la izquierda del siglo XX”. Pero no solo por ese motivo Babe 2 es distinta, sino también por su audacia, su libertad visual y su atrevida puesta en escena. Por la naturalidad con que logra el milagro de convertir a docenas de animales en personajes con identidad. Por su manera de combinar constantemente el humor con el dolor sin abusar de la crueldad y evitando siempre el mal gusto. Por la perfección técnica al servicio de la trama y no al
revés. Por todo eso Babe 2 es única y definitivamente para todo público.
Publicada originalmente en El Amante/Cine en el año 1998.