Diane ha dado a luz a un bebé prematuro. La película enumera en una pantalla la definición de una serie de enfermedades y trastornos y de allí pasamos a Diane orgullosa de la valentía y el coraje de su hija Chloe que está preparándose para lograr ser aceptada en la universidad. Han pasado diecisiete años y Chloe vive recluida y en silla de ruedas al cuidado de su madre, quien le administra la medicación y es su contacto con el mundo. Un día la joven descubre algo sospechoso que le hace dudar de las intenciones de Diane.
Así como hay directores obsesionados con temas y universos, también hay actrices que lo están. Aunque es prolífica y versátil, Sarah Paulson ha descubierto en el mundo del suspenso y el terror una veta que ha sabido explotar a la perfección. Aunque ha trabajado en todos los géneros, su mayor fama en el terror la logró con sus roles en varias temporadas American Horror Story. También brilló como una siniestra enfermera en otra serie, Ratched y formó parte del elenco de Feud, una miniserie que tiene sus conexiones con Run también. Al igual que grandes actrices como Joan Crawford y Bette Davis, Paulson descubrió que había un lugar para aprovechar para una mujer que no le tuviera miedo al encasillamiento en roles en películas y series siniestras. Acá vuelve a demostrarlo.
Hay muchas referencias al mundo de Stephen King, pero también a ¿Qué pasó con Baby Jane? Y a su manera a Psicosis. Una mujer que atiende en la farmacia se llama Señora Bates y no se sabe si es por la mamá de Norman o por la actriz que protagonizó Misery. En cualquier caso, la película es sencilla, directa, está llena de sobresaltos y sirve para que el espectador practique el viejo hábito de gritarle a la pantalla. Una duración de menos de noventa minutos muestra un montaje inteligente que ha sabido dejar afuera todo aquello que no es necesario contar.