La lucha voluntarista del cine de animación que no hacen los grandes estudios de Hollywood pero intenta copiarlos tiene aquí otro exponente irrelevante y mediocre. Freddy es el joven heredero de una manada de hombres lobo buenos cuyos únicos enemigos son los perros. Cuando intenta seguir a su familia durante una patrulla nocturna utilizando una Piedra Lunar mágica, termina convirtiéndose en un caniche, víctima de la burla de unos niños que lo tiñen y lo convierten en una ridícula mascota perruna y no en un poderoso lobo.
Solo y perdido, encontrará inesperados aliados en los perros callejeros. Inesperado para él, porque se trata del lugar común más visitado de todo el cine de animación con protagonistas animales. Todo es irrelevante y de segunda línea. Fácil de comprar para la distribución internacional y tal vez del agrado de algún niño que ya de chico tiene poca exigencia como espectador. Solo un par de gags subidos de tono y algo pesados le dan identidad a esta película sin importancia.