Este documental es una emotiva despedida del cineasta Tomás Lipgot a su amigo Moacir Lima Dos Santos. Juntos realizaron varias películas, donde el primer aprovechó la extraña y carismática figura del segundo. Se conocieron cuando Lipgot realizaba un documental sobre instituciones psiquiátricas. Moacir estaba el Borda y el director adivinó en él algo así como un actor fetiche, un cantante particular con una historia siempre interesante detrás.
El corazón honesto de la película no alcanza para convertirla en una gran obra, tan solo da cuenta de la enorme humanidad del realizador y de su viejo amigo. No es un film casero, pero en algún sentido no trasciende desde lo estético para ir más allá. Algunos de los entrevistados, más bien todos, están muy detrás del interés que despierta Moacir. Irónicamente o tal vez de manera intencional, es Moacir el que parece más mentalmente ordenado de todos los que aparecen en el film.