36 horas es una película que funciona en su narración claustrofóbica y sus sólidas actuaciones principales. El protagonista, Pedro, está atrapado en una espiral de deudas. El día previo al cumpleaños de su hija de seis años recibe un ultimátum para devolver el dinero a un prestamista. A eso debe sumarle una crisis con su expareja, con quien comparte una productora audiovisual, y todas las deudas a las que metió también a esa empresa. Tiene treinta y seis horas para saldar algunas de esas deudas y el desenlace puede ser trágico.
Si queremos interpretar este film como una crítica social le estaríamos haciendo un daño más que un favor. No sé si hay un discurso político detrás, pero no sería eso lo mejor del film. Pedro tiene deudas y una bola de nieve que en nada se relaciona con el mundo exterior, sino con su psicología y su forma de comportarse. Lo interesante del film es la violencia desesperada del protagonista, sus pequeños y breves ataques de violencia, sus diferentes maneras de reaccionar frente a la desesperación. Allí está el triunfo de la película, su capacidad para describir las contradicciones del personaje. Si hay algo más allá de eso, no tiene ni el peso ni el valor de ese angustiante relato en primera persona.