La asistente de enfermería Ruth (Melanie Lynskey) tiene un día espantoso en su trabajo. Fuera de allí las cosas no son mejor. Agotada por las miserias de la gente, descubre además que alguien ha entrado a robar en su casa. Hace la denuncia contando que le han robado su notebook, medicamentos y la vajilla familiar. La policía no parece ser de gran ayuda y Ruth termina encontrando en Tony (Elijah Wood), un vecino con el que se lleva mal, a un único e inesperado aliado.
Esta comedia de humor negro tiene un arranque ambiguo, donde parece que simplemente recorreremos los pesares de la protagonista bajo un tono melancólico. Pero eso no pasa, por suerte, y la historia comienza a mostrar su juego de forma escalonada pero rápida, manteniendo el humor y jugando con las inesperadas vueltas del guión. No solo termina encontrando su tono, lo mejor es que logra sorprender con la forma en la que avanza narrativamente. La pareja protagónica tiene química y la película es muy divertida. No es una comedia romántica, más bien es un violento film policial, pero es tan simpática que no puede quedar asociada al humor sangriento de los cineastas independientes.
La confirmación de sus habilidades para narrar quedan confirmadas por lo poco que dura la película y como le alcanza para contar su historia sin que sobre ni falte nada. Es lo contrario a una comedia de los hermanos Coen, por dar un ejemplo, ya que aquí el amor por los protagonistas y la ternura que siente el director por ellos hace que su sufrimiento nunca se vuelva cruel o manipulador, sino parte de su camino. Una catarsis en forma de comedia negra ganadora del premio principal en el Sundance Film Festival.